6.- Acumulando poder

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Al parecer, Owen no era el único chico de ese pueblo que iba a un bar un viernes por la noche. El lugar estaba atestado de gente. Había muchísimas más personas que aquel día en que lo seguí desde su casa.

¿Es que acaso no había otro lugar en el pueblo donde las personas pudieran divertirse ?Se nos iba a ser prácticamente imposible encontrar a Owen allí adentro. Pero, afortunadamente, teníamos a Theo para eso.

Él se encargaría de buscarlo y cuando lo encontrara, nos llamaría y así tendríamos un encuentro casual con él.

Fácil, ¿no?

Aparqué el auto una cuadra antes de llegar al bar para que nadie viera a Theo con nosotros y también porque no veía posible encontrar algún lugar en el estacionamiento atestado.

—Tienes que salir cinco minutos después que nosotros, ¿de acuerdo? —fijé mi vista en Theo a través del retrovisor.

—Sí.

—Y no quiero que te distraigas, ni hables con nadie...

—... ni que fume o tome —él terminó la oración por mí con un gran y claro fastidio—. Me lo has dicho durante todo el trayecto hasta aquí. Creo que es prácticamente imposible olvidarlo.

¿Qué podía decir? Se tenía que tomar medidas extremas con ese chico problemático.

—Salgamos ahora —me dijo Ezio y yo simplemente asentí.

Ya afuera, me giré para poder ver a Theo, él está con ese semblante tranquilo y portaba su usual sonrisa encantadora. Sabía lo que estaba haciendo; trataba de decirme que no me preocupara, que todo estaría bien. Y por primera vez en muchos años, confié en él.

En cuanto menos lo pensé, ya estábamos frente al bar. La música era extremadamente fuerte para mi gusto y había más personas de las que me era posible soportar. No era muy fan de estar en un lugar muy lleno, de hecho, los evitaba como una plaga. Prefería la privacidad, el silencio, la tranquilidad, antes de estar en un lugar como ese.

—¿Lista? —me gritó Ezio para después abrir la puerta para mí. Estaba segura de que su grito sonó como un susurro para todos los demás pero, gracias a la cercanía, yo pude escucharlo con bastante claridad.

Asentí y tomé su mano con fuerza porque lo último que deseaba era que alguno de los dos se perdiera entre la multitud.

Sin perder más tiempo, entramos. Las diferentes luces de neón parpadeaban a cada segundo, cegándome. Tuve que parpadear rápidamente para poder acostumbrar a mis ojos a aquella intensa luz.

Las personas caminaban de un lado a otro con bebidas en mano, empujando a todo aquel que se interpusiera en su camino y pisando zapatos por la velocidad en la que se movían. La pequeña pista de baile también estaba atestada de gente. Ahí olía a marihuana, alcohol, y un ligero olor a sudor.

¿Cómo era posible que las personas pudieran divertirse en un ambiente tan abrumador como ese?

Mi inexperiencia con los bares se estaba haciendo cada vez más obvia para mí y no pude sentirme ligeramente avergonzada por ello.

Después de caminar y esquivar a un montón de personas que obstruían el paso, pudimos llegar hasta la barra. Ahí, afortunadamente, no había tantas personas. Recargué mi espalda sobre la barra y por fin pude respirar con normalidad.

—Oye —Ezio me llamó y yo lo miré haciéndole saber que tenía toda mi atención—, no es que me importe pero, ¿podrías regresarme mi mano?

Mi vista fue hasta nuestras manos entrelazadas. Estaba ejerciendo demasiada presión en mi agarre, tanta que la mano de Ezio se veía ligeramente blanca. La solté rápidamente y el color volvió a ella.

La maldición de Venus [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora