EPÍLOGO

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Forks, Washington

03 de julio, 2004

Venus Nardi

No quería regresar a ese maldito pueblo en lo que me restaba de vida, había pasado muchas cosas difíciles ahí, muchas personas me desagradaban y me recordaba mucho a Owen, pero había algo que aún necesitaba resolver, algo por lo cual tuve que volver.

Esa vez fui sola, Ezio sabía que necesitaba mi espacio y Theo había emprendido un viaje con Arianna que aparentemente se iba a prolongar mucho.

Estaba sola en ese pueblo, justo como lo necesitaba.

Lo primero que supe cuando puse un pie ahí fue que Nolan y Anna habían viajado a Canadá para estudiar. Con la muerte de Ryan, todos los bienes de los Campbell pasaron a manos de Nolan y no podía hacer nada para negarse. Ese dinero y el que yo le di les sirvieron a ambos para formar una nueva vida.

El sheriff había cerrado el caso de Ryan rápidamente pues nadie lo buscó, ni siquiera Harry, el anciano que lo quería tanto, y tampoco Mike, su mano derecha. Supe que él había tratado de seguir con el imperio Campbell pero Sack se encargó de que no durara demasiado en el negocio pues no confiaba en él.

Los padres de Chloe y de Madeleine se habían mudado del pueblo. No supe las razones pero algo me decía que ese pueblo les traía malos recuerdos.

Lidia aún vivía en la casa de su hermana, ella iba a visitarla cada vez que podía pues estaba con un hombre desde hace meses y ya no tenía tanto tiempo como antes.

En cuanto a Romina, bueno, ella seguía en el psiquiátrico por su padecimiento. Justo ese día era su cumpleaños y quería visitarla. No había podido viajar de inmediato después de que asesiné a Owen así que lo dejé justo para ese día para darle la noticia. Estuve vigilando durante el día el psiquiátrico para ver cómo estaba ella, lo último que quería era que la noticia le afectara tanto como para tener una recaída. Pero al parecer todo estaba en orden, por eso la estaba esperando en su habitación a la hora de la cena.

Estaba de más decir que no necesitaba usar puertas para entrar al lugar que me placiera.

No era bruja como Madea pero tenía ciertos poderes y era más fuerte que los humanos. Después de todo, era un ser sobrenatural.

Estuve esperando a Romina durante quince minutos hasta que finalmente entró. Ella no me vio de inmediato pues estaba escondida entre las sombras. Lo único que hizo fue dejar una bolsa sobre su pequeña cama y sentarse frente al escritorio donde tenía un montón de dibujos hermosos. Chiara fue quien le enseñó a dibujar en el poco tiempo que compartieron en Monti.

No quería asustarla al llamarla o tocarla de repente, así que murmuré la palabra ñwvra que significaba fuego, concentrándome en la vela que había sobre su escritorio. Al instante se encendió la vela y ella dejó de hacer lo que estaba haciendo.

—Creí que nunca te volvería a ver —mi pecho se calentó al escuchar su voz. Ella sonaba bien, mucho mejor que otras veces.

—No te dejaría.

Ella se puso de pie y yo salí de las sombras. Me observó de arriba para abajo pero se detuvo en mi cabello que ya no estaba tan corto, me llegaba a la altura de mis pechos.

—Es lo único que te diferencia de Chiara.

—Por eso siempre lo he llevado corto. No quiero parecerme a ella.

—Pues no tienes mucha suerte con ello, linda, eres el vivo retrato de tu madre.

Sonreí— Bueno, tú te pareces mucho a Owen. Sus ojos son idénticos.

Su expresión se volvió melancólica ante la mención de su hijo— Quisiera que fueran por mí pero sé que es por Madea. Él sacó sus ojos.

—Bueno, sí, pero Madea no era tan atractiva como tú.

Sonrió— No te lo creo.

—Solo es la verdad.

Guardó silencio unos segundos mientras me miraba fijamente. Sus ojos demostraban un montón de emociones pero entre ellas la más notable era la curiosidad. Sabía lo que quería preguntarme pero no le diría nada hasta que ella formulara la pregunta. Necesitaba saber si estaba preparada para mi respuesta.

Después de un minuto, ella lo preguntó: —¿Terminaste el plan?

Asentí— Lo hice, Romina.

—¿Sufrió mucho?

—Quisiera decirte que no, de verdad, pero no quiero mentirte.

Ella se acercó a mí y tomó mis manos. Estaba bastante helada a pesar del ligero calor que había en su habitación.

—Te estaré eternamente agradecida por lo que has hecho, por terminar con lo que yo nunca pude hacer. Sé que fui egoísta y probablemente Owen se marchó de esta vida odiándome pero no quería que sufriera más de lo que ya había sufrido, solo deseaba su bien, no quería que se convirtiera en un peligro para sí mismo. Ojalá hubiera podido arreglarlo antes —las lágrimas ya estaban corriendo por sus mejillas.

—Él siempre te amó, Romina. Supo que tú no querías esto para él. Nadie se merece una vida como la de nosotros.

—Te lo agradezco, linda.

Después de limpiar sus lágrimas, tomé el regalo que le había llevado.

—Esto es para ti. Feliz cumpleaños —la abracé y después le di el obsequio.

Sus ojos brillaban con emoción. Amaba mirarla así.

—Lo recordaste.

—Nunca lo olvidaría.

Romina fue a su escritorio para abrir el regalo. Yo la seguí para ver los dibujos que tenía ahí. Había muchos árboles dibujados, rostros distorsionados, jardines, nubes, planetas, pero hubo uno que llamó mucho mi atención: era el dibujo de una mujer envuelta en llamas, de cabello blanco y una pequeña niña frente a ella. Era imposible no notar ese dibujo pues era el único que tenía color.

Antes de que pudiera preguntarle por él, ella habló:

—Venus, esto es hermoso —el estuche de lápices, colores, marcadores y rotuladores estaba sobre sus manos. Sonreí al verla tan feliz—. Debió costarte una fortuna.

—Jamás me ha dolido gastar dinero, Romina.

Ella se rio— Qué bueno, entonces.

—También hay otra cosa abajo.

Ella sacó el estuche por completo y tomó la fotografía entre sus manos. En ella estaba Owen y Romina rodeados de unos hermosos tulipanes. La había encontrado en la ropa de él después de todo lo que sucedió y quería que ella la tuviera. Necesitaba recordar y ver a su pequeño cada día.

Sonrió melancólicamente y me miró— Muchas gracias.

Apreté su mano en respuesta y luego señalé el dibujo del que tenía tanta curiosidad— ¿Quién pintó este dibujo? Sé que a ti no te gusta ponerle color a tus dibujos.

—Fue Owen —la miré rápidamente—. A él le gustaba pintar, le encantaba jugar con los colores. Hacía un desastre con las pinturas.

Reí— Apuesto a que así.

—Ese fue el primer dibujo que pintó de manera correcta. Era muy exigente con sus trabajos. Recuerdo que cuanto terminó de pintarlo fue corriendo a mí para mostrármelo. Se veía tan feliz.

—¿Tú le dijiste los colores que debía poner?

Ella me miró, entendiendo mi punto— Él solo los supo.

Aún Owen muerto seguía sorprendiéndome.

—No lo entiendo.

Romina pasó su brazo por mis hombros. Ambas admirando su arte— Owen siempre supo quién eras, Venus, lo supo incluso antes de que se conocieran.

FIN

✡️

La maldición de Venus [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora