36.- Maldito hogar

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Owen Jones

El jet de la familia de Venus ya estaba a punto de despegar, la azafata rubia nos había dicho que abrocháramos nuestros cinturón y que nos mantuviéramos quietos pero estaba siendo bastante difícil para mí pues me sentí muy nervioso. Mis manos se aferraban a los lados de mi asiento, mi respiración era demasiado rápida y pesada. Lo único que me mantenía aún en el avión era Venus, quien me veía con una sonrisa burlona pero masajeaba mi hombro para tranquilizarme.

No funcionaba demasiado pero agradecía el contacto.

—¿Te subes mucho a estas cosas? —murmuré, tembloroso. No me sentí con la fuerza suficiente como para aclarar mi voz y fingir que no tenía miedo.

—Mucho. Con el tiempo se pierde el miedo y el gusto. Se convierte como viajar en auto.

—Já, esto no se asemeja en nada a viajar en auto. Ahí yo tengo el control, decido la velocidad, y lo más importante, estoy sobre el suelo.

—Tranquilo, Owen, pronto llegaremos, son solo doce horas —gemí y ella rio—. No eres el único, mira a Ezio.

Lo hice.

El hermano de Venus tenía el antebrazo sobre sus ojos y su otra mano se aferraba al asiento como la mía. Su pie estaba golpeando el piso del avión desesperadamente y estaba murmurando algo en italiano, supuse que eran groserías.

Bueno, al menos ya no me sentí tan mal.

—Nunca te he escuchado hablar en italiano.

—Bueno, no estoy en Italia y sé hablar muy bien español y tú también. No he tenido la necesidad.

—Dime algo.

Andiamo a casa.

—¿Qué significa?

Ella negó con la cabeza— No quiero asustarte pero el avión ya va a despegar.

Y tenía razón, comenzó una leve turbulencia que para mí parecía un temblor en escala diez.

Me aferré a mi asiento aún más, tomé una de las manos de Venus, cerré los ojos y eché la cabeza para atrás. Trataba de pensar en cosas buenas pero el vacío que sentía en el estómago estaba complicándomelo. No me sentía seguro estando en el aire, estaba fuera de control, podían ocurrir un montón de accidentes, podía desmayarme...

Quizás desmayarme era la mejor idea.

—Tranquilo —susurró Venus en mi oído y mi entrepierna lo resintió.

No era un desesperado por el sexo, incluso antes de conocerla no lo era pero Venus era mi adicción y no podía contenerme mucho. Además que en los últimos dos días no habíamos podido tener sexo por respeto a sus hermanos, sobre todo a Theo, que él era el más pequeño de todos. O al menos eso había dicho Venus.

Estaba bien eso para mí, seguramente llegando a Roma follaríamos. Yo estaba dispuesto a controlarme pero me la estaba poniendo muy difícil.

—Venus, voy a tener una erección si vuelves a hablarme en el oído —murmuré.

—Me encantaría verlo —lo volvió a hacer y yo me alejé, no porque no quisiera tenerla cerca sino porque estábamos en el aire y yo no sentía la confianza suficiente como para ponerme de pie e ir al pequeño camarote que se encontraba al fondo del pasillo y follármela. Probablemente ni siquiera iba a poder concentrarme por temor a que el avión se cayera.

¿Desde cuándo era tan miedoso?

Recordé que desde que comencé a trabajar con Ryan, él me había persuadido a que manejara los aviones en los que a veces movía la mercancía pero yo siempre me negué, Mike fue el que se encargó de eso tiempo después. Fue por eso que Mike también se volvió en su mano derecha, y también porque el chico accedía a todo lo que él le pidiera.

La maldición de Venus [✔]Where stories live. Discover now