PREFACIO

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"Los comienzos no siempre son los mejores"


Vaitiare estaba enamorada en secreto desde que tenía memoria de su compañero de clases, ese niño de ojos azules y cabello rubio que enloquecía a todos con solo una mirada, claro que el enamoramiento de Vaitiare no fue inicio de una pequeña mirada de arrogancia o una sonrisa.

Él había logrado calar en ella de una forma distinta haciendo que todos sus sentidos gusten de su presencia más de lo que cualquier otro niño haría.

—Me gusta tu cabello, es muy suave. —había comentado un día el pequeño mientras tocaba las delicadas puntas de su fino cabello, Vaitiare enloqueció ante su cumplido.

Pero no le respondió nada al respecto, era solo una pequeña niña que al más mínimo cumplido enrojecía y salía corriendo en busca de sus padres, pero esa ocasión solo le dio una corta sonrisa coqueta para después salir corriendo aunque nunca se lo contó a nadie.

Lo mantuvo en secreto porque Eduard Sheaffer solo tenía tiempo para él mismo y para las niñas que corrían hacia él, pero Vaitiare no haría eso.

Los años pasaron y Vaitiare dejó de lado su pequeño enamoramiento hacia el niño de arrogante sonrisa, él había tomado un camino distinto al de ella.

Quién diría que ese niño arrogante se convertiría en el chico más deseado de toda la escuela.

Por otro lado Vaitiare solo se dedicó a ganar campeonatos en los numerosos concursos de baile a los que su madre la inscribía, le hacía mucha ilusión ganar y hacer lo que le gustaba.

La historia de Eduard y Vaitiare no quedó solo en un pasado infantil.

Un cliché llegó a la vida de Vaitiare en cuanto Eduard reapareció en su vida.

—Necesitas créditos extra, ¿no? —la voz de Eduard llegó a los oídos de Vaitiare como una brisa suave.

El revoltijo de emociones volvió a surgir en ella y todos los sentimientos que creía ya superados reaparecieron.

Eduard volvió a calar en ella, esta vez mucho más profundo que cuando eran niños, cambio su mundo y lo hizo más perfecto de lo que ya era.

Vaitiare creyó en cada palabra y cada acción de Eduard hacia ella, volvió a enamorarla.

Eduard volvió a enamorarla solo para meterla en su cama.

Y es como ahora llega al punto de su vida en el que se encuentra tomando sus cosas con desesperación y rebobinando cada palabra que Eduard le acaba de decir.

—No te enfades, cariño, pero ¿sabes que solo buscaba sexo, verdad?

Sus palabras la han roto en solo un par de segundos.

Que estúpida soy, piensa mientras toma su ropa con desesperación y se la pone ante la atenta mirada de Eduard.

Le acababa de entregar una de las cosas más preciadas para ella, algo que tenía que ser con alguien quien la amase a ella.

Se había enamorado sola, él la había enamorado solo para meterla en su cama.

Un cliché había llegado a su vida solo para destruirla.

Sale por la puerta de su habitación sin botar una sola lágrima, no iba a llorar frente a alguien que no la quería ni un poco.

Su visión ya borrosa a causa de las lágrimas no le permite ver quien se encuentra en la puerta de la casa.

Se restriega los ojos en cuanto ve a la silueta femenina y su corazón resquebrajado se agrieta todavía más.

— ¿Qué haces aquí? —pregunta con incredulidad.

Los rumores no pueden ser ciertos, intenta creer.

La sonrisa de la chica tras la puerta se ensancha al ver como Vaitiare suelta una lágrima llena de dolor.

—Eduard no se divirtió lo suficiente aún. —sus palabras entran como clavos calientes quemando su agrietado corazón— Una virgen mojigata como tú nunca lo va a satisfacer como se debe.

Ya no puede ocultar más las lágrimas que corren por su rostro, está siendo traicionada por partida doble, una de sus mejores amigas se estaba acostando a escondidas con quien decía amarla y prometerle el mundo.

Vaitiare logra tomar el poco valor que le queda y salir de esa casa con el rostro empapado en dolorosas lágrimas.

Acababan de atravesar su corazón con palabras y acciones, el chico que dijo amarla y su mejor amiga.

Eduard y Lilybeth están saliendo, todo este tiempo habían sido ciertos los rumores que corrían por los pasillos.

Tonta de mí, vuelve a pensar.

Vaitiare entregó su corazón y solo lo aplastaron como se les vino en gana.

Aunque lo más preocupante en el momento no era porque Lilybeth estaba en la puerta en ese preciso instante, porque a tan solo unos metros de distancia y desde la oscuridad más profunda alguien veía la escena con detenimiento.

La perfección te puede costar una vida imperfecta y mucho caos.


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Never (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora