Delicadeza

883 73 15
                                    


"No eres de cristal, puedes romperte de vez en cuando"


Los desastres comienzan con Hyder.

Definitivamente todo desastre comienza con Hyder, mi vida era una bonita farsa llena de mentiras que desconocía, pero de todas formas prefería vivir en la ignorancia a vivir completamente expuesta ante la acusadora mirada de los jueces del inframundo.

Toda catástrofe en mi vida comenzó en el preciso momento en que Hyder decidió acercarse a mí aquella noche en el club nocturno, sabido mi nombre y hablándome como si me conociese de toda la vida, como si antes ya nos hubiésemos conocido.

Aunque no todo había comenzado con su amenazante mirada, porque primero estuvo el desconocido y Cas, aquellas dos personalidades que cada vez en mi mente se asemejaban más a una sola persona.

Hyder tensa los músculos mientras sigue manejando con un destino incierto, yo tiemblo en el asiento de copiloto e intento no mirar fijamente sus oscuros ojos verdes ni la sangre que mancha su camisa.

Pero es en vano, porque cada vez que acelera la velocidad no puedo evitar girar la cabeza con temor para ver sus marcadas expresiones de furia y tampoco puedo prevenir que mi temblorosa mirada viaje por cada huella de rojiza sangre reseca que comienza a tomar un color más oscuro, distintivo de la sangre muerta junto al característico aroma metálico.

Hyder es malditamente peligroso y no hace nada más que demostrármelo a cada segundo que pasa. No reparé en mis sentidos cuando comenzaron con sus advertencias para mantenerme alejada y ahora por hacer caso omiso a mis alertas me siento atemorizada de estar en el mismo vehículo con él.

— ¿A dónde vamos? —me atrevo a preguntar con la voz temblorosa mientras me abrazo a mí misma intentando darme falsa seguridad.

Él no se inmuta en responder, las calles van pasando ante mis ojos y lo que parecía un día perfectamente soleado desaparece con la misma rapidez en la que va el vehículo.

Trato de contener mis temblores corporales ante el miedo que siento al recordar cada uno de los golpes de Hyder sobre el rostro de Eduard, las imágenes del charco de sangre aparecen en mis recuerdos y tengo que negar con la cabeza para desaparecerlos.

¿Pero qué estaba pensando?

Huir, solo pensaba en dejar de sentirme juzgada frente a todos, pero ahora que veo al conductor del vehículo siento que estaría mucho más segura entre miradas burlescas y murmullos indiferentes.

Veo por la ventanilla del copiloto como las calles se hacen más visibles a mis ojos a causa de que Hyder baja la velocidad del vehículo y finalmente puedo reconocer la avenida en donde se encuentra el edificio de este.

Hyder baja un momento del auto para aproximarse a las rejas y abrir manualmente las puertas del garaje, vuelve al asiento de conductor y con rapidez ingresa el antiguo convertible para estacionarlo en un lugar apartado del oscuro lugar.

Intento no mover un solo musculo de mí para no advertir mi aún notable presencia en el automóvil, prefiero que olvide que me encuentro dentro para no tener que enfrentar el olor a muerte que lleva encima.

Siento su atenta mirada quemar sobre mi piel y se de inmediato que mi intento por pasar desapercibida ha fracasado, aunque de todos modos no volteo a verlo llena de temor ante su aspecto.

—Tú te mereces estar rodeada de esa clase de gente, vainillita —comenta con fatalidad mientras sigue observándome con notable lastima, ante mi silencio suelta un sonoro suspiro de pesadez y vuelve a hablar—. No vas a desaparecer solo porque no gires tu rostro.

Never (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora