Amor

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"Solo es necesaria una mentira para viciar lo perfecto"

Desde que era pequeña había odiado la famosa expresión del amor.

Escuchaba como todo el tiempo los adultos decían aquellas dos icónicas palabras que deben de quedar en tu pecho, decían amar a su postre favorito, decían amar una nueva joya, decían amar sus lujosas mansiones.

Los oía decir que amaban cada una de las coas materiales que poseían, autos, aparatos electrónicos, perfumes y bolsos, hasta podían amar una película o una canción.

He escuchado, en toda mi corta vida, a las personas lanzar las dos palabras más importantes al aire como si fuesen simples cosas sin valor.

Me cansé, me cansé de oír aquella falsa promesa todo el tiempo, porque mis padres fueron los primeros en hacernos entender que esa expresión no tiene valor.

"Te amo", esas dos palabras llegaron a hostigar mi confundida mente, en especial cuando oía a mis padres decir que me amaban, en especial cuando sabía que ellos podían amar cada objeto inanimado sin valor sentimental.

Por lo que mis primeros años de vida oyendo la palabra amor, me fueron confusos, no podía comprender su verdadero significado. ¿El amor era algo material? ¿Podía amar lo que quisiera? Al final, mi mente siempre terminaba más confundida que antes.

Así que me rendí, me rendí ante la materialista expresión de amar, amar la nueva colección de ropa de mamá, amar mis trofeos de concurso, amar un helado.

De pronto crecí y ya no era la pequeña niña que amaba solo las materialidades que podía costearle su rica familia, comencé a amar a la persona equivocada, o al menos creí hacerlo.

La frase me persiguió verdaderamente por algo más que un año, en donde las vacías palabras de la persona equivocada en el momento correcto, no hicieron más que alterar mis pensamientos.

¿Por qué si dice amarme no lo demuestra? ¿Solo soy un objeto al que le dices "te amo" sin más? ¿Así es como se siente el amor?

Terminé asimilando que cada una de mis incógnitas eran ciertas, tal vez el amor eran solo dos palabras que podía decirlas sin sentirlas y no el preciado tesoro que me habían enseñado los diversos libros y películas de romance.

Desde mucho antes que el infierno de mirada verde llegase a mi vida, yo ya aceptaba un amor a medias.

Mis padres, quienes a pesar de ser, ante mis inocentes ojos, los mejores seres del mundo, nunca se encontraban en casa para demostrar aquellas dos palabras que siempre repetían automáticamente.

Jasmine, a quien a pesar de haber protegido e intentado dar todo mi cariño y afecto, realmente no le interesaba mucho salir de su falsa burbuja asocial.

Eduard, a quien creí amar y que el sentimiento era reciproco, en el fondo de mi engaño, sabía que él no me amaba verdaderamente.

Yo, a quien decía amar incondicionalmente frente a un vacío espejo lleno de dudas, me amaba a medias. Amaba aquel superficial cuerpo que tras mucho esfuerzo logré, amaba ese rubio cabello suave como el algodón y esos ojos azules que dejaban anonadados a cualquier persona, amaba cada curva puesta sobre mí.

No obstante, ya era una persona materialista. Una persona que no quería ver más allá de su celda temporal, una persona que no quería ver más dentro de los superficiales halagos sobre las suaves facciones de su perfecto rostro.

No deseaba ver en mi interior, por temor a mis imperfecciones.

No iba a pararme a ver en un espejo de la verdad, solo para observar la desastrosa conciencia que se ocultaba tras los barrotes de carne y hueso tallados a la perfección.

Never (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora