Capítulo 11

1K 57 0
                                    

Me desperté con un poco de dolor de cabeza, no había pegado ojo en toda la noche, me sentía bastante cansada. Salí a la cocina para prepararme un té frío y algo de desayunar, estaba lloviendo, así que era imposible salir a correr. Cande no estaba por ningún lado, supongo que por la hora, estaba dando sus clases de yoga.

Recibí un mensaje de Lolita, la señora que nos ayudaba en casa, me estaba diciendo que se le hacía imposible venir por la lluvia, parecía que el cielo se iba a caer. Así que me puse a limpiar la casa mientras había puesto mi playlist variada #HappinessByLali.

Después de unas dos horas, la lluvia se había calmado, abrí la ventana de la cocina para que entrara un poco de aire fresco. El olor a tierra mojada me mataba, hacía un poco de viento así que disfruté la poca brisa que entraba y cerré los ojos para sentirla. Cuando los abrí, lo primero que vi fueron las —aún— cuarenta y nueve rayitas en el cristal.

—Tenés que parar ya, Mariana —susurré— Cincuenta rayitas y la terminás.

Estaba metida en mis pensamientos cuando entró Cande con el paraguas escurriendo agua, al igual que ella.

—Boluda, se me descompuso el coche en el portal y no pude moverlo, estoy empapada, no me puedo resfriar —dijo temblando mientras se quitaba toda la chamarra mojada.

—Ay, amiga —le dije mientras me acerqué a ella—. Vení, te ayudo. ¿Te hago un tecito? —pregunté pero ya estaba poniendo agua a calentar—. No entiendo, ¿qué le pasó al coche?

—No sé, de la nada se paró y no encendió más. Ya llamé al mecánico, lo dejé aparcado frente a la reja, ojalá no me reten porque estorba un poco —se calentaba las manos con la boca.

—Cande, ve a tomar un baño en lo que está el té, andá —le sonreí y ella me hizo caso.

Cande salió después de quince minutos con una pijama de pantalón y el pelo mojado. Yo había preparado algo para comer y puse los platos en la mesa.

—Ay, boluda, qué delicioso todo, gracias —decía mientras nos sentábamos— ¿Tenés planes hoy no? —asentí porque tenía comida en la boca—. Che, pero está cayendo un diluvio, ¿segura que querés salir?

—Y bueno, tengo que. Vos también venís— le dije sin mirarla.

—Eh no, tengo que terminar lo del viaje de Nico y Gime, se van el Lunes. Que por cierto, nos invitaron a cenar mañana a la noche en su casa, quieren hacer un asado para despedirse, se van como un mes, boluda —decía mientras tomaba comida con el tenedor.

—Re, decíles que sí, que emoción. Pero Cande —la miré y ella negó—, dale amiga, no puedo ir sola a un bar, que triste se vería eso. Pensaba que podrías decirle a Mery y así vamos las tres, nos tomamos un par de copas mientras le tiro la onda al ex de Eugenia y listo, nos venimos a casa —trataba de contarle el plan tranqui para que fuera más fácil convencerla.

—Ay, Lali... —soltó una risita—, dale pero un rato nada más, mañana tengo cosas que hacer —le sonreí enseñando todos mis dientes como nena haciendo que soltara una carcajada.

Después de comer pude tomar una siesta de media hora, seguía demasiado cansada, tenía que ir al teatro para la función de las siete. Cuando llegué pasé directo al maquillaje y vestuario, era bastante rápido. Cada cinco minutos veía el reloj porque temía no llegar a tiempo, todavía tenía que ir a casa a cambiarme y arreglarme un poco. Por suerte, la función no duraba mucho.

Cuando terminó la última escena, salí corriendo al camerín mientras me iba quitando algunas prendas del vestuario y cuando entré, vi a Cande sentada en el sillón que estaba ahí.

A Mi ManeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora