Capítulo 31

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Llegamos a casa y lo primero que vi fue la chapa de la puerta rota. Reí cuando lo vi.

—Lo sé, lo sé. Perdonáme, ya le llamé al cerrajero para que viniera —Peter me decía preocupado.

—No te preocupes, mi amor. Si no fuera por vos, no sé en donde estaría ahora.

—Sh, no digas pavadas.

Aún me sentía algo cansada y pesada, me fui hacia el sillón de la sala para sentarme pero Peter me tomó de la mano.

—¿No querés darte un baño?, así relajás tu cuerpo un poco —amaba al Peter en modo cuida. Yo le asentí mientras le daba un tierno beso.

Me ayudó a llenar la tina de agua caliente. Hace un montón que no la usábamos, en realidad a Cande no le encantaba la idea de tener una tina en casa aunque ya viniera con el departamento. Siempre se opuso por la gran cantidad de agua que se utiliza solo para un baño de veinte minutos. Pero hoy realmente lo necesitaba.

Después de que estaba casi llena, Peter le puso un poco de jabón espumoso para burbujas y le dije que en las puertas debajo del lavabo tenía un par de aceites esenciales para que tomara el de jazmín, mi favorito y le eché tres gotas mientras Peter revolvía con su mano el agua. Me quité la ropa como pude y me ayudó a entrar cuidadosamente a la tina. Él se quedó sentado en un banco de madera que teníamos de decoración. Me metí y me recosté para que el agua me llegara hasta el cuello. Cuando el olor a jazmín empezó a invadir la habitación, cerré los ojos. Peter estaba en silencio, sentía que me miraba y lo vi recargado en una mano mientras posaba sus ojos en los míos.

—¿Querés meterte? —dije riendo y él negó.

—Hoy no —suspiró y se acercó más a mi jalando el banco hacia el borde de la tina— Hoy es toda tuya, necesitás relajarte.

—Mmm, de lo que te perdés —dije al mismo tiempo que cerraba mis ojos y soltaba una risita.

—¿Te hizo algo más? —abrí mis ojos de golpe, sabía a qué se refería.

—No

—¿Segura?

—Te lo prometo —saqué mi mano del agua y le tomé la suya— ¿Por qué preguntás?

—Porque sé de lo que es capaz cuando las cosas no salen como ella quiere. No quiero que te haga nada.

—No lo hará, tranquilo —le sonreí tiernamente y me dio un beso en la mano.

—Si es necesario, podemos poner una orden de restricción.

—No, a eso nada. Peter, no te preocupes. Estoy bien, de verdad, mi amor. La supe manejar bastante bien, de hecho.

—Hasta que logró romperte.

—Sí pero ella no me vio. Así que eso fue un ganar para mí. Igual... ya fue. Ya rechacé el protagónico y me voy a dedicar a lo que realmente vale la pena sin manipulación o trabajo sucio —me acerqué al borde de la tina para tomarlo tiernamente de la cara y besarlo.

—Está bien. Igual vamos a estar al pendiente. No confío nada en esa piba.

—Lo que vos digas —le di el avión mientras lo volvía a besar.

Después de un rato, Peter me hizo un masaje en la espalda aún en la tina y me mimó mientras me enjabonaba tiernamente el cuerpo. Antes de que el agua estuviera totalmente fría, me lavé el pelo y me ayudó a salir con cuidado pasándome mi bata de baño y una toalla.

—¿Mejor? —me preguntó sosteniendo mi cabeza entre sus manos.

—Mejor —sonreímos y me dio un pico.

A Mi ManeraWhere stories live. Discover now