Capítulo 30

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Mi cuerpo se paralizó y tragué saliva al ver una silueta sentada en mi sillón. Después de escuchar esa voz, se encendió la lámpara de la sala y apareció Eugenia lanzándome una mirada asesina.

—Así que, novios —dijo sin pararse del sillón.

—¿Qué carajos hacés aquí, Eugenia?,¿cómo entraste?

—¿Te sorprende?, si vos sabés de lo que puedo llegar a hacer. Te tengo vigilada, muy vigilada.

—Entraste a mi casa, enferma. Lárgate —escuché como Eugenia rió sarcásticamente.

—No me voy a ir. Vos y yo tenemos algo pendiente. Es martes y si no mal recuerdo te dije que tenías este fin de semana nada más para cumplir tu parte —caminé hacia ella con los brazos cruzados. Eugenia seguía sin moverse del sillón.

—Dije que te largues.

—No, Lalita. Yo no me voy de acá. Me parece que tenés que explicarme algo... por ejemplo, ¿por qué parecés el joker con la cara así? —comentó sarcástica—. No creo que sea porque te chapaste a mi ex mientras usabas labial rojo, ¿no? —Eugenia recién ahí se paró, aún con mis plataformas le llegaba a la barbilla, se acercó dos pasos y me miró—. Le encantan las mujeres con labial rojo. Siempre me decía que me los pintara de ese color porque así le podía dejar marcas en todo su cuerpo... por días.

La quería asesinar y se lo demostré con solo mirarla. Trataba también de tranquilizarme y no causar lío con ella. No sabía de qué sería capaz pero sé que me quería provocar y no lo iba a lograr.

—Decíme, ¿ya te lo cogiste?, porque según vos, en tu contrato de... trola, especificabas que no se permitían acercamientos físicos con tus víctimas. ¿Rompiste tu contrato? —la miré aún sin decir nada, me estaba aguantando las ganas de partirle la cara con un puñetazo.

– ¡Había pedazo de zorra!, ¡hablá! —cuando la vi explotar me sentí satisfecha. No tenía nada que decir, solo solté una carcajada sarcástica.

—Sos patética. Andáte de mi casa si no querés que llame a la policia por entrar en propiedad privada —dije tranquila.

—Yo no me voy nada. Vine solo a una cosa —me señaló con su dedo índice—. Quiero recordarte que te puedo destruir, a vos, a tu carrera y a tu relación falsa en cualquier segundo —Eugenia me agarró fuerte del brazo al punto de lastimarme— ¿Me entendiste?

—Y yo te voy a decir que te conozco, Eugenia. Sé como sos. Una mina infeliz desde que tengo memoria, que vive para joderle la vida a quien se le cruce. Una mina que cree que con el dinero de su papi va a lograr todo en la vida y si... puede que así sea pero, ¿sabes una cosa? —Eugenia me seguía agarrando del brazo y la miré directo a los ojos— Nunca vas a poder comprar que alguien te ame. Nunca —logré safarme de su brazo de un tirón que me dolió hasta el alma porque me había rasguñado con sus uñas largas y después de escupirle todas las palabras que tenía que decirle, Eugenia me miraba de una forma inexplicable, juré que me golpeaba en ese momento—, Lárgate de mi casa, ¡ya! —Eugenia tomó de mala gana su bolso que estaba en el sillón y se dirigió a la puerta, yo iba detrás de ella.

—Esto no termina aquí. Te equivocaste de camino, Mariana.

—Haré mi propio camino, entonces —le sonreí como una diosa mientras abría la puerta—. Por cierto, está de más decirte que tu estúpido protagónico me importa una mierda, así que no te preocupes por hacer ese contrato. No necesito proyectos basura en mi vida.

—Por supuesto que está de más. Olvidáte de tu carrera, de tu vida como actriz y de cualquier otro proyecto. Nadie va a querer contratar una prostituta como vos, de eso me haré cargo. Ni aquí, ni fuera del país, ni en ninguna parte.

A Mi ManeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora