Capítulo 12

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Terminamos de cenar y él pagó la cuenta después de una pequeña discusión que tuvimos al decirle que me dejara pagar a mí también. Salimos y el clima había mejorado bastante, se sentía el olor fresco y mientras caminábamos hacia la moto, Peter tomó mi abrigo y me lo puso sobre los hombros con delicadeza.

—¿Querés ir a casa? —soltó de golpe mientras me ponía el casco y lo miré sorprendida y captó de una la mirada que le hice—. No, no me malinterpretes pero pensaba ir... para que me siguieras contando sobre vos y charláramos un rato más —terminó con una sonrisa tímida.

En ese momento me sentía bastante confundida. La había pasado mejor de lo que pensaba en la cena, una de mis conclusiones irrazonables es que era un chabón más culto de lo que parecía y en el fondo quería ir con él pero no podía, se sabía la existencia de ese límite el cuál con dos copas se rompería y no me lo podía permitir. Así que volví a ponerme en mi papel y olvidarme de todas las cosas que estaba pensando.

—Perdón pero no puedo —dije seca, él me miraba—. Mañana tengo muchas cosas que hacer y necesito descansar —Peter asintió sin decir nada.

Se montó a la moto y yo lo imité. De regreso a casa le fui indicando por dónde. Tardamos menos de lo normal porque no había tráfico a esa hora. Llegamos y aparcó justo enfrente del portal al lado estaba mi coche estacionado, Cande estaba en casa. Bajé con cuidado de la moto mientras él me ayudaba para no caerme con los tacones y me quitó el casco sin despegar sus ojos de los míos.

Activá Mariana.

—Gracias por traerme —solté cortando el momento.

—Un placer, señorita Espósito —sonrió agradeciendo.

—Me la pasé muy bien, gracias por la cena —di unos pasos atrás para alejarme un poco de él, quería cortar todo tipo de tensión entre los dos— Buenas noches.

Me respondió un "buenas noches" y me di la vuelta dándole la espalda. Sentía sus ojos por detrás hasta que llegue a la puerta y abrí. Antes de cerrar volteé hacia la calle y estaba arrancando de nuevo la moto, nuestras miradas se cruzaron y nos despedimos con la mano.

A la mañana siguiente me puse mi ropa deportiva y salí a correr cerca de casa para despejarme. Me sentía rara, inquieta y lo que menos quería era pensar en el porqué, aunque en el fondo ya lo supiera. Le puse play en aleatorio de mi playlist y comenzó a sonar Watermelon Sugar de Harry Styles, perfecto para poner mi mente en otro lado. Después de una hora, regresé a casa y encontré a Cande preparando el desayuno, avena con granola y un coctel de frutas.

—Buenos días, amiga —dijo mientras servía la avena en el plato.

—Hola —dije entre mi respiración rápida por correr.

—¿Qué tal anoche?, no te escuché cuando regresaste a casa, ¿todo bien?

—Todo bien, fuimos a cenar por Palermo y nada, buena conversación —dije sin más mientras tomaba un plato y me sentaba en la barra de la cocina.

—¿Buena conversación, nada más? —me miró y asentí—. Claro... y ¿no pasó nada después?

—Nada, me trajo a casa y se fue —solté mientras comía sin mirarla.

—Ya...

El silencio abundaba en la habitación y eso me ponía nerviosa. Levanté la mirada hacia mi amiga y ella estaba con los brazos cruzados viéndome.

—¿Qué pasa? —solté una risita.

—Ya te gustó.

—¿Qué?, no, cero. Estás loca, Cande —me llevé otra cucharada a la boca para evitar contestar más.

A Mi ManeraWhere stories live. Discover now