Desde mi niñez recuerdo cómo siempre había gente, ya sean niños o adultos que se metían conmigo por mi nombre: Ariel. Me echaban en cara que era un nombre de mujer, un nombre femenino... cosa que me llevó a odiar este pueblo anticuado lleno de "mac...
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
No tengo excusa alguna para estar volviendo a casa a esta hora, sin duda Nancy me preguntará y yo no podré hacer más que decirle la verdad.
Pero ahora, aunque sea triste, debo hablar con mi abuela para sacar a Ruth de casa, no puedo dejar que se quede y mucho menos ahora que los soldados del reino tienen el permiso del mismísimo rey para entrar en casa ajena a buscarla. Además, como yo ya pensé, cualquier complice o quien sea que le haya brindado ayuda también será ejecutado y yo paso de que mi abuela sea asesinada, gracias.
Deben ser ya las dos del mediodía si no estoy equivocado.
— ¡ Oye, tú!— Oigo frente a mi.
Levanto la mirada encontrándome con el indeseable de James, quien se encuentra recostado en un callejón cercano a mi casa. Como si este fuera invisible hago oídos sordos y vista ciega y digo mi caminata.
— Fui a buscarte a tu casa y una jovencita me dijo que no estabas, que seguramente te habías ido a trabajar cosa que me causó mucha gracia por que que yo sepa tu mismo renunciaste.— Me dice, y aún estando a mis espaldas sé que se debe encontrar sonriendo.
Maldita Ruth, ¿Que parte no entiende de "fu-gi-ti-va"? Ya hasta se las da de ama de casa como para estarle abriendo la puerta a cualquiera.
Me detengo y me volteo mirándole con absoluta seriedad.
— No vuelvas a ir a mi casa.— Le ordeno. — No tienes absolutamente nada que hacer ahí ¿Si?
Este ríe sin gracia— Mi queridisimo Ariel, desde que te has ido solo he recibido quejas de los borrachos, ya sabes, añoran a la "muchacha de rizos achocolatados".— Comenta con gracia.
— ¿ Y a mi qué?— Pregunto alzando los hombros.
— Yo también te añoro Ariel.— Dice acabando de salir del callejón y acercándose a mi a pasos lentos y pausados.
Asimilo lo que ha dicho y luego me río.
— ¿Pues qué crees? Yo a ti no.— Digo una vez ceso mi risa. — Por cierto, no me busques más, te lo agradecería mucho.
Doy media vuelta y sigo mi caminata. Oigo sus pasos detrás mía lo que me hace querer pensar que igual a mi él también se está yendo, pero no, cuando menos me lo espero este tira de mi antebrazo con fuerza haciéndome girar y chocar con su pecho.
—¿¡ Que puñetas crees que estás haciendo!?—Exclamo tirando de mi brazo tratando de liberarme de su tan fuerte agarre.