Desde mi niñez recuerdo cómo siempre había gente, ya sean niños o adultos que se metían conmigo por mi nombre: Ariel. Me echaban en cara que era un nombre de mujer, un nombre femenino... cosa que me llevó a odiar este pueblo anticuado lleno de "mac...
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La sangre, el azúcar y la tensión me bajan a los pies al oír semejante cosa.
¡Están aquí!¡Los soldados reales están aquí!
El maldito de James seguramente, bueno, seguramente no, ¡Es obvio! Él es el chivato o sinó ya me dirá dios como es que de todas las casas del pueblo han llegado tan rápido a esta.
Le susurro a mi abuela un "mantente tranquila y no digas nada", esta lo único que hace es asentir asustada. Corro rápidamente hacia mi cuarto donde adivino que Ruth está encerrada.
— ¡Contaremos hasta cinco!— Grita el soldado.
Al oír eso todos mis sentidos se alteran consiguiendo que me sienta incluso mareado y con ganas de vomitar.
Uno...
— ¡ Ruth, por la ventana!— Le grito. Esta me mira asustada mientras niega con la cabeza una y otra vez. ¿¡Como que no, estúpida!?
Dos...
— ¡Ruth, te matarán si te encuentran, por favor!— Le grito perdiendo los estribos.
Tras decirle esto ella llora a mares mientras se abraza a sí misma, lo que causa que yo me sienta como una mierda andante.
Tres...
— Ruth, por favor.— Le suplico.
— Lo siento Ariel, no puedo...
Cuatro...
— Ruth...
Pero ya era tarde...
Cinco...
Se oyó desde mi cuarto en donde estábamos Ruth y yo como la puerta era derribada a patadas y en eso se empezaron a oír los ladridos alocados de Cuervo y el grito de espanto de mi abuela, lo que causó que me alarmara y saliera por patas del cuarto.
Lo primero que veo nada mas salir por la puerta del cuarto son dos soldados apuntándome con sus espadas, lo que hace que yo alce ambas manos en son de paz.
— ¡Aquí solo hay una vieja!— Grita uno.
Nancy...
Ignorando que estos me estén apuntando corro queriendo llegar a la cocina queriendo poder encontrarme a mi abuela sana y salva, pero en el intento soy agarrado del cabello por uno de ellos quien no tarda en pegarme de cara a la pared causando que mis labios hayan sido pegados a la pared con fiereza haciendo que uno de mis labios se parta.
