REENCUENTRO

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.Capítulo 37.

¿Cuánto tardaré en enfermar? Ni idea

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¿Cuánto tardaré en enfermar? Ni idea.

Aunque si es rápido tampoco me sorprenderé, sería normal, ¿Y cómo no ser normal si me encuentro encerrado en una celda repleta de humedad, goteras, moho,  ratas y cucarachas? Llevo tantas horas encerrado aquí que incluso me he hecho amigo de una cucaracha, que por cierto llamé Margarita, pero no duró mucho por que mi otra amiguita, Lucil la rata, se la comió.

Sin lugar a dudas, esta celda es la mejor de las celdas entre las celdas.

Admito que primeramente fue ver a las ratas y las cucarachas y me mantuve gritando "auxilio" durante media hora como mucho, tanto es así que quedé afónico y otro de los encerrados me gritó que me callara y que si me podía ir a tomar por culo un poco a lo que ignoré claramente aún gritando "auxilio".

"Debo estar volviéndome majara", es lo que he estado pensando todo el tiempo.

Solo debo esperar un poquito más a que a Cayden por fin le nazca la gana de matarme a menos de que haya decidido como suficiente castigo mantenerme enfermo aquí hasta morir, o incluso morir de hambre.

¿Y akira ya se debe haber ido? Bueno, es lo más seguro.

— Oye.— Oigo llamarme en susurros a otro encerrado.

Miro entre los barrotes buscando quien trata de llamar mi atención, pero con lo poco que iluminan las velas el pasillo rocoso pues no veo una mierda.

— Oye. — Vuelve a decir esa voz.

— ¿Qué quieres?— Pregunto.

— ¿Tú no eres una lady?— Me pregunta. — ¿Que haces aquí?

Carraspeo aclarando la voz y digo claro y conciso:

— Tengo rabo, no soy una lady. — Digo y me quedo to' pancho. — Y pues hacer, he hecho muchas cosas.

Escucho su risa y de nuevo volvemos a quedar en silencio.

De pronto se empiezan a oír pasos firmes y los golpes en las rejas de las celdas. Un soldado. 

Como era de esperarse el soldado se queda en la puerta y me mira.

— ¿Tú eres Ariel?— Me pregunta.

— Sí ¿Por?— Le contesto.— No me digas que ya me llegó la hora.

Este no me contesta simplemente agarra las tantas llaves que tiene y de todas ellas escoge una y abre mi celda. Inmediatamente ambos oímos a los demás encerrados gritar que les liberen, comida o incluso piedad.

— Acompáñame.— Ordena.

Me levanto del suelo y hago un pequeño estiramiento consiguiendo que todos mis huesos truenen ante eso.

EN LA PALMA DE SU MANO {COMPLETA}Where stories live. Discover now