Capítulo 35

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Hay un desastre en la casa de alquiler, las mesas y sillas están volcadas y las almohadas están esparcidas por todas partes. Los armarios estaban abiertos y vacíos, se habían llevado todo lo que se podía usar, a primera vista parecía una escena de robo.

Zheng Feiluan empujó la puerta y entró, pisó un objeto duro y afilado con su primer paso. Lo levantó y vio que era una pieza de cerámica rota, de color crema, era la base de una taza conectada a un asa intacta. Había alrededor de una docena de piezas de porcelana esparcidas por el piso y a la pared blanca de a un lada le faltaba pintura.

Miró la pieza de porcelana rota en su mano. Al sostenerla, su memoria abrió un agujero y se filtraron imágenes y sonidos de golpe.

***

Feiluan, ve a buscarme un poco de aceite, ¿de acuerdo?

Feiluan, nunca te he mentido, puedes confiar en mí, ¿verdad?

¡Plop!

Con un ruido fuerte y seco, la taza cayó al suelo desde una gran altura y se desmoronó instantáneamente.

El crepúsculo entraba por la ventana detrás de él, oscuro y sombrío. En esa luz estrecha, el rostro de He An pasó como un relámpago, su rostro estaba lleno de pánico.

***

Los recuerdos ya no están amablemente decorados para él. Todos aparecieron vívidamente en su cabeza, desde el momento en el que entró por la puerta hasta cuando arrojo la taza, Zheng Feiluan recordó cada segundo en el proceso.

Cuando su mirada se posó en los cuatro pequeños caracteres de la taza, pensó en otra cosa.

Café tarjeta azul.

Este era el nombre de la cafetería cerca de la casa de He An.

Hace un año, fue allí donde tuvo la única conversación larga con He An. En ese momento, en Yuanjiang acababa de llegar el otoño, la temperatura era muy baja y una fina capa de escarcha se formó temprano en la mañana. He An se sentó enfrente de él, inclinó la cabeza, tapándose la boca, con las mejillas enrojecidas por la tos. Por razones de cortesía, había llamado al camarero y pidió una copa del chocolate caliente holandés, que era la bebida más cara del menú. He An se sintió halagado y sostuvo la taza con cuidado en su mano. Pasó mucho tiempo antes de que inclinara la cabeza y tomara un sorbo, lucia como si nunca hubiera probado un sabor tan delicioso.

En ese momento, Zheng Feiluan pensó que lo que hacía feliz a He An era el precio, que equivalía a cuarenta y cinco tazas de un simple café. Zheng Feiluan pensó que era una persona codiciosa por eso.

Pensó que porque el omega vivía en pobreza, era una persona codiciosa por naturaleza, pero hoy, cuando vio esta taza rota, se dio cuenta que había malinterpretado el amor y afecto que vio en los ojos de He An.

Zheng Feiluan se sentó abatido en el sofá, el espacio a su lado estaba vacío.

A excepción de algunas cajas de cartón, He An no le dejó nada.

Sobre la mesa de centro habían dejado tres o cuatro pedazos de papel, así como una pila de revistas viejas, pero como había pasado mucho tiempo sin que nadie las moviera, estaban cubiertas por una capa de polvo. Con la esperanza de encontrar algún pensamiento de He An en las hojas olvidadas, las recogió y lo hojeó. Las primeras tres eran anuncios comerciales, las descartó rápidamente y cuando tomo la cuarta, de repente se puso rígido.

Inmediatamente, pareció ser alcanzado por un rayo y arrugó el papel en una bola y lo arrojó lejos a la esquina de la habitación. Para ocultar el pánico en su corazón, tomó una revista al azar, la desempolvó y la comenzó a hojear sin rumbo fijo.

Perfect Match (ABO)Where stories live. Discover now