Capítulo 5, Temporada 3

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Por fin el Bulgaro y su sequito han abandonado el edificio, y puedo mear a gusto. Como no sabía si el video de la cámara de seguridad se estaba grabando, no me atrevía a pedirle a la señora Daisy que le pusiera la pausa para ir a hacer pis, y es que no pensaba perderme ni una palabra ni un gesto aunque me estallara la vejiga.

No entiendo porque Kenji no le pregunto por mi camarada de regimiento, ¿Cómo estará? Me siento tan unida a ella por haber vivido juntas la traumática experiencia de la subasta pero realmente no sé nada sobre ella, ni su nombre si su edad o su procedencia. Ya no sé si debería preguntarle siquiera, quisiera intentarlo. Si como propuso el Bulgaro fuéramos todos, incluidos Miriam y Yamam, a pasar unos días a su mansión.

Valdría la pena armarme de valor para adentrarme en el lado oscuro con tal de saber de ella.

Estoy pasando por la puerta que da a la antesala y veo a Daisy sentada en la silla frente a su escritorio, ¿Ya no vamos a cotillear?

—Querida, el presidente espera por ti en su oficina.

Fui a su puerta y la abría, asomándome por ella:

— ¡Amo Kenji!—exclame sonriente, yo pretendía reanudar la sesión de besos que el Bulgaro interrumpió.

— ¡Pasa y toma asiento!—tenia aun la imperturbable calma en el gesto de su rostro que le brindaba al Bulgaro y me señalo una silla frente a su escritorio. ¿Qué pretendía?

—Dime: ¿Disfrutaste del programa? ¿Estuvo interesante el episodio de hoy?— ¡oh, no! Nos descubrió, ¿va a reñir a la señora por mi culpa? ¿Qué hago? Ya sé, lo niego. Negare todo hasta el final, a fin de cuentas no tiene pruebas ¿o sí?

—No sé de qué me habla—eso no pudo sonar más a la defensiva, necesito clases de actuación.

—¡¿No lo sabes?!— el tono de retar, con las cejas alzadas empezó a acelerarme el pulso. Solo espero no ruborizarme.

—No, no tengo idea de a que se refiere—las manos con los dedos entrelazados en mi regazo.

—Pues has de sufrir de doble personalidad—me decía escribiendo algo en el teclado táctil en el escritorio del cual surgió una clara imagen de mí y la señora Daisy en el cuarto de descanso viendo su reunión con el Bulgaro en la pantalla de la laptop con palomitas y todo—o esta es tu gemela—¡maldición, nos pillo infraganti! Estoy ruborizada hasta las orejas, lo sé.

—Amo, Kenji, le puedo explicar...

—No hace falta que me expliques nada. Una de las muchas funciones de mi asistente es hacer de centinela cuando recibo visitas ce la calidad del Bulgaro para avisar a seguridad por si algo ocurre. Para algo le di esa laptop. Es lógico que como estabas acompañándola te invitara a ver.

¡Uff, que alivio, abuela Daisy no se meterá en problemas por mi culpa!

—Lo que si me puedes explicar es esto—la imagen fue reemplazada por una de mi cuando me escabullí e intente escuchar su conversación—¡Adelante, explica...—me reto con cara de pocos amigos.

Estaba muda, sabía que cualquier cosa que dijera solo me condenaría aún más.

—Estoy esperando una explicación—daba medias vueltas en su silla giratoria.

—Yo solo...—me temblaba la voz, me sentía en un juzgado sabiéndome culpable.

—No, sabes que... ¡Guarda silencio! No estoy de humor para oírte inventar mentiras—él tenía toda la razón. No había sido honesta, ahora me avergonzaba de ello. — ¡Ven aquí!—mando malhumorado y autoritario, yo me puse se pie para rodear el escritorio—No, no des rodeos, se directa— ¿a qué se refería?— ¿Ves el hueco del escritorio a tus pies?—veía un rectángulo como un pequeño pasadizo en el escritorio—Ya que te gusta andar saltando y escabulléndote, escabúllete por esta madriguera, conejita desvergonzada. Ven a por la zanahoria—el pasadizo era tan bajo y estrecho que tendría que pegar el cuerpo a la alfombra y gatear, lo hacía con la intención de humillarme pero con el chiste de la zanahoria y una sonrisa torcida me transmitía que su humor ya era más sexual que vengativo.

Crónicas de mi Amo, Hijo segundoWhere stories live. Discover now