Capítulo 6, Temporada 2

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Tomo la mano de Dafne y la condujo fuera del establo caminaron y llegaron a la biblioteca de la mansión donde los muebles habían sido desplazados a los extremos para despejar el centro como si alguien tuviera la intención de bailar ahí. Solo que el espacio se creo para darle un lugar a unas sospechosas y preocupantes estructuras cubiertas por mantos negros.

—¿Qué hay ahí, Amo?—a Dafne le parecía que en vez de objetos podría tratarse de criaturas fantasmales dispuestas a darle un susto mortal en momento menos esperado. Como en las películas, las ventanas cerradas y las luces apagadas contribuían a la atmosfera de terror.

De un tirón descubrió uno de los enigmas y la realidad supero el terror de la fantasía. Se trataba de algo tangible y muy perturbador para asimilar de una vez. Se trataba de una maquina de sexo infernal, con un potro con amaras donde colocar el torso y un generador eléctrico del cual sobresalía un tubo en cuyo extremo se encontraba un enorme dildo negro que daba la impresión de ser mas bien un garrote. Una maquina abominable y monstruosa, un consolador aterrador.

—Eso es...¿Lo que creo que es?—jadeaba al hablar. La sola visualización la hacia sentirse débil y mareada.

—Es justo lo que crees. Un maquina de sexo—acaricio el potro como si se tratara de un auto nuevo.

—No pensara usarla en mi ¿verdad?—se alejo unos pasos y la observo con recelo.

—Nooooooo—entono con una mueca sarcástica—¡¿Como crees?! ¡Yo pretendía usarla en Sergio!

Que casualidad tan inconveniente que Sergio estuviera entrando en ese momento y tan solo oyó la frase final. Su expresión de pasmo con los ojos casi saliendo de sus orbitas y el semblante pálido le pareció a Dafne un reflejo de su propio sentir. Todos se veían las caras y veían a la monstruosa maquina, todo se torno tan bochornosamente incomodo e insoportable que Sergio pretendió huir:

—¡No te vayas, Sergio! ¡Quédate! Me conoces mejor que eso, borra lo que oíste—este hombre de compostura imperturbable hizo acopio de todo su profesionalismo para entrar y cerrar la puerta con una expresión de sosiego que Dafne envidiaba—¡Ayúdame a enseñarle a Dafne lo que me han traído!—diligentemente fue y descubrió otros dos objetos. Que resultaron ser una jaula de metal negro con barrotes planos y cuadriculados, y lo que parecía ser una hamaca erótica.

El Amo Kenji dio unos golpecitos con los nudillos en el metal de la jaula:

—Parece ser de buena calidad—le concedió su aprobación paseándose en derredor.

—Amo—Dafne capto su atención con una voz lastimosa—¿Por que ha comprado estas cosas?—sus ojos gritaban una apenada suplica—Yo he sido buena.

—Has sido buena—admitió asintiendo—Pero, ¿Eso que tiene que ver con esto?

—Si he sido buena no tiene por que usar estar cosas en mi, no puede...

—¿Que, no puedo?—su tono y su expresión le indicaban su desacierto.

—No, Amo, no quería decir...

—Por supuesto que no...—menosprecio toda explicación y por un momento creyó haberse librado—Pero voy a tener que darte una lesión ahora mismo—los pelos se le erizaron en todo el cuerpo. ¿La castigaría aquí? ¿Frente a Sergio?

—No, mi Amo, lo sien...

—¡¡Silencio!!—ni el tono dulcificado ni los ojos tristes lo conmovieron. Dafne tenia ganas de correr a escudarse en Sergio pero este no parecía tomar bandos—¡De rodillas!¡Ahora!—descendió hasta el suelo sabiendo que de tardar seria peor, viendo a todos desde abajo se sintió tan pequeña y débil—¡Abre la jaula!—se dirigió a Sergio—¡Entra en ella!—hablaba con Dafne.

Crónicas de mi Amo, Hijo segundoWhere stories live. Discover now