Capítulo 3, Temporada 1

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Dafne pensó que de repente su expresión se había tornado malévola. Él continúo:

—Harás lo que yo te ordeno, como te ordene hacerlo y en el momento que yo lo demande. Eres de mi propiedad y no tienes derecho a negarme poseerte. Si te revelas voy a castigarte—todos los cabellos de su cuerpo se erizaron como los de un felino—La intensidad del castigo será proporcional a la falta.

Descruzo las piernas e hizo el torso para adelante, adoptando una postura intimidante.

—Las faltas que considerare de mayor gravedad serán faltarme al respeto directamente, quebrantar el código de fidelidad y exclusividad que en tu posición de esclava tienes para conmigo e intentar escaparte. Por supuesto—la parálisis de Dafne ni le permitió darse cuenta en que momento las lágrimas calientes que se deslizaban por su rostro y caían libres por su barbilla, habían empezado a brotar.

—Te prometo que de violar alguna de estas reglas, yo personalmente haré que desees no haber nacido—en la medida en que esta frase avanzo, también su tono se agravo—Ahora existes solo con el propósito de complacerme y eso harás lo que te quede de vida—él junto ambas manos entrelazando los dedos—Así, serán las cosas de ahora en adelante, no hay vuelta atrás. Si crees que puedes agraviarme te equivocas y te aseguro que cuento con los medios necesarios para hacer que te arrepientas.

—Pero ¿Qué le hecho?...—ella se atragantaba con sus propias lagrimas— ¿Por qué a mí? Yo solo soy...

— ¿Eres que?—la desafío él a contestar—No eres nadie. Serás lo que yo quiera que seas. Te amoldare a mis gustos y exigencias, te moldeare a mi antojo aun si tengo que hacerlo a punta de látigo.

Dafne lloraba abiertamente y cada parte de su cuerpo estaba agitada.

—Y te advierto—continuo amenazando en tono severo—No colmes mi paciencia o pretendas huir de tu destino, que tengo el poder de hacer tu vida un infierno.

Perdió al instante todo el color en el rostro, su mortal impresión a tan contundentes declaraciones se reflejó en su semblante fantasmal. Lloro todo el viaje en limosina. Lo sintió como el paseo más largo y corto a la vez, largo pues no veía terminar su sufrimiento y corto pues al pensar que la agonía verdadera pronto te llegaría al alcanzar el vehículo su destino.

¿Cómo fue a parar a esta situación? ¿Por qué tuvo que ir a aquella fiesta? ¿Es que tenía por obligación asistir a fiestas todas las semanas? ¿Por qué habría aceptado tragos tan alegre y despreocupadamente?

De no haberlo hecho probablemente las preocupaciones que ahora inundarían su mente serian: resaca, renta, horarios de trabajo, su jefe. Cosas triviales.

Estaría preguntándose qué comería o usuario, no si sobreviviría.

Siempre supo que las malas decisiones tarde o más temprano te llevan por mal camino, pero estas pocas decisiones estúpidas la habían condenado.

Firmo sin saber su sentencia de muerte al enviar un emoticón de carita sonriente a aquella invitación de última hora.

¡Ya era tarde!

El impulso de escapar se hacía más intenso y apremiante, pero el universo no estaba hoy de su parte, el auto no paro ni desacelero en ningún momento lo suficiente como para abrir la puerta y aventarse sin matarse.

Vislumbró que entraban a un camino de tierra arbolado el ahumado de las ventanas del auto no le dejaban ver mucho más allá. De modo que podía estar entrando en un remoto bosque como también en un simple camino alterno a la carretera. Su desesperación creció en su pecho, estaba siendo llevada literalmente a "en medio de ningún lugar" donde nadie sabría lo que ocurriría con ella, donde a nadie le importaría.

Crónicas de mi Amo, Hijo segundoWhere stories live. Discover now