Capítulo 1, Temporada 3

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Estoy yo sola corriendo en el bosque, o al menos mi vista no percibe a otro ser vivo, pareciera que estoy sola en un mundo desierto. Pero la adrenalina que corre en mis venas y se agolpa en mi corazón no me permite engañarme. ¡Estoy siendo perseguida! Aunque mis ojos no le vean y mis oídos no escuchen el galopar de Belle Creature, no siento dudas de su presencia pisándome los talones.

El bosque desconocido se torna en un laberinto, ¡estoy perdida! Ya no sé si avanzo en círculos o en zic zac, solo intento avanzar, alejarme. Escapar lo más posible de un persecutor que no se bien en qué sentido lo deje atrás.

Me siento fuerte y ágil, creo haber avanzado días en unos cuantos minutos. El sudor que me corre por todo el cuerpo, mi corazón latiendo feroz contra mi pecho y en especial mis pulmones saturados por el esfuerzo me gritan: ¿Hasta cuándo seguiremos corriendo? Y mi mente dopada le respondía: ¡¡Hasta el fin del mundo!! Y así pretendía cumplirlo a no ser que llego al claro y la visión del manzano del que habían comido Clementine y Belle Creatura me freno. En todo este rato de corres como loca solo he recorrido lo que el corcel en diez minutos de trote suave.

Es imposible que salga victoriosa, ¡me doy por vencida! Ya me duele el pecho y tengo sed, quiero una manzana. Me senté en la roca bajo el manzano y comí una manzana sin desinfectar (pues no traía agua conmigo) y espere a que viniera Kenji en el flamante Belle Creature para volver a casa.

Tardo tanto que me empecé a preguntar si se habría extraviado en sus propios acres, al verle me alegre pero él se debatía entre una mezcla de decepción y confusión. Me puse de pie y fie a saludar a Belle Creature que estaba contento de verme:

—Te dije que corrieras y te escondieras. ¡Deberías correr o esconderte! ¡Explícame porque no estás haciendo ninguna de las dos!—acariciaba el hocico del caballo.

—Por qué me canse de jugar y me rindo, usted gana, amo.

—Esto no funciona así—empezó a darme vueltas con el caballo—No estas cumpliendo las reglas. Se suponía debías correr por el bosque hasta que te alcanzara.

—Me dio demasiado margen de ventaja, hubiera desfallecido de cansancio mucho antes de que me alcanzara. Además, usted es el primero en establecer unos parámetros para luego romperlos.

— ¿A qué te refieres?—enarco una ceja.

—A que si recreamos el mito griego de Zeus y la ninfa Dafne... ¿Por qué soy yo la que debe corretear semidesnuda por el bosque con esta tanga diminuta casi imperceptible color piel que se me atora incómodamente y esta túnica cortísima y semitransparente?

—Tienes suerte de llevar esas romanas, las ninfas corren descalzas—me paseo la fusta por las caderas.

— ¿Por qué no se ha disfrazado usted?

—Por qué las tangas no me favorecen tanto como a ti.

—No digo eso. Podría llevar cuernos y una cola, al igual que el toro Zeus. Hasta podría llevar unos testículos falsos colgándole para darle más realismo—me reí sola de mi propio chiste.

—Todo eso está de más. Lo único que necesito para jugar es que al atraparte te follare como un toro.

— ¡¿Ah sí?! ¿Y por qué no puedo montar a caballo también?

—Por qué el juego tardaría mucho rato y no es sano permanecer por tanto tiempo con una erección. Pero ya le has quitado toda la emoción a la caza, realmente no sé si reír o enojarme.

—Ay, querido amo. Ya he corrido veinte minutos estoy cansada, tengo sed y calor. ¡No se enoje! Le prometo que he intentado seguir su juego con entusiasmo, pero ¿no era el sexo el motivo y el fin del juego? ¿No era tenerme a su disposición el premio que perseguía? Pues el dios encarnado en bestia ha vencido, aquí estoy yo su premio así que venga y tómeme si eso es lo que desea.

Crónicas de mi Amo, Hijo segundoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum