Capitulo 36, Temporada 3

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No sé ni porque me preocupe tanto. ¡Soy una conductora nata! Lo tengo todo controlado. ¿Cincuenta kilómetros por hora es una velocidad normal ¿no? Bueno, algún día llegaremos, lo importante es que lo haremos sanos y salvos.

¿Saben lo que pegaría full ahorita? ¡¡Papas!!

—Pásame las papas, por favor—hizo lo que le pedí, hasta abrió la bolsa por mí.

¡Eso, japonesito, mansito estas más bonito! Me puso una en la comisura de los labios y la comí sin pensar, luego recordé que no quiero nada con él.

— ¡Dame la bolsa! Puedo comer papas sin tu ayuda.

—Tú quisiste conducir..., insististe. ¡Ahora no quites las dos manos del volante ni la vista del camino!—sostuvo otra deliciosa para salada con sus dedos como pinzas y la puso al alcance de mi lengua—Deja que te ayude con esto—ya estábamos cerca del camino de tierra que lleva hasta la mansión.

—Nop...—mi orgullo se irguió—Aguantare hasta llegar—la fritura rozo levemente mis labios.

— ¿Estas segura?—mi nariz esnifo el dulce aroma a grasa saturada y potasio, mi estómago gruño y la papa fue historia—Sabia que tenías tanta hambre como yo ganas de fumar— ¡demonios, estomago! ¿Por qué traicionas al orgullo? No ves lo que le ha costado mantener la frente en alto.

El resto del camino decidí olvidarme de la pena de contradecirme, me centre en el camino mientras la bestia hambrienta que ruge en mi interior se devoraba todo lo que pusieran enfrente.

Si se sirvió de mí a la fuerza, lo mínimo es que me alimente.

Podía sentir su mirada en mi perfil derecho pero no la espié por el rabillo del ojo ni una sola vez.

En esa pequeña tensión se acabaron las papas y el camino de tierra. Con el reto que me suponía aparcar en el garaje mis sentidos estaban tan ocupados con la tarea que la caricia escurridiza logro ir de mi hombro a mi cuello y ahora mimaba mi pelo, se salió con la suya, pero yo también, aunque muy despacio y torpe logre aparcar a la primera.

Mi rostro se sonríe, pensando en que si Jessie fuera mi copiloto ya me estaría diciendo algo como "Lo hiciste, petit, buen trabajo".

—Lo has hecho muy bien—no viene de mi persona favorita en este instante pero se aprecia—Te mereces un premio—y tu un castigo, pensé.

—Ujuhh...—mi rostro debió de reflejas mi enfurruñamiento pues pregunto tímido.

— ¿Estas bien?—por alguna razón su pregunta se siente cual ofensa, me sacudo de la cabeza sus dedos y su suave roce.

—No...—salgo de la camioneta dando un portazo.

Huyo hacia la entrada queriendo evitar otra discusión pero a tres metros de el escalón de entrada oigo tronar a mi espalda una orden autoritaria, irrefutable:

—¡¡Para!! ¡No des un paso más!—me quede paralizada, frenada. Como si aquellas palabras pronunciadas con esa contundencia fueran un encantamiento que me imposibilita moverme.

Cual ola del mar que es estrella en las rocas, su cálido y orgulloso pecho azoto mi espalda, sus brazos se colaron alrededor de mi cintura como el agua de más en el rio, su presencia se impuso como un gran barco que atraca en la playa. Mi nuca cosquilleo por el soplo de su aliento:

— ¿Estas muy enfadada conmigo?—el tono de su voz me insinuaba su tormento.

—Sip...—no te mereces una mentirilla piadosa que te haga sentir mejor, como tampoco que corresponda a este abrazo.

Me da la vuelta como a un trompo y aprisiona mis hombros con sus manos, presionando mi pecho contra el suyo, sometiéndome entre sus brazos.

—Te prohíbo que me odies por mucho tiempo, te ordeno que me des la oportunidad de compensarte por esto ...—¿Cómo la voz puede ser firme y quebrarse a la vez?—y te exijo que no dejes de amarme por un error estúpido.

Crónicas de mi Amo, Hijo segundoWhere stories live. Discover now