Capítulo 12, Temporada 3

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Me lanzo una mirada firme mientras empujando mi hombro me hacía descender hasta que mis rodillas y palmas estuvieron sobre el suelo. Viéndolo desde abajo puse una cara con la que pretendía conmoverlo para que al menos se apiadara de mí y me explicara lo que pasaría a continuación.

Planto una rodilla en el suelo frente a mí, creí que me diría algo para tranquilizarme pero en lugar de eso se sacó una soga de esas para hacer alpinismo con la que hizo un lazo como para lazar ganado, me la puso alrededor del cuello, inquietándome.

— ¡Vamos a tu corral, hermosa criatura!—poniéndose a mi izquierda me dio una nalgada.

Camino a cuatro patas y la paja se me pega en palma y rodillas, causándome picor. Entrando en el corral ruego porque a Kenji no se le olvide el hecho de que soy una mujer, que no se le ocurra ensillarme o montarme y me niego en rotundo a comer alfalfa.

Cierra la puerta del corral y extiende en el suelo cubierto de paja una manta de lana (claramente nueva):

—¡Colócate sobre la manta!—así lo hice y el picor se redujo, aunque aún tenía paja adherida a mis "patas"—Levanta esta patita—con la fusta dio toquecitos en mi brazos derecho, flexione el codo enseñándole la palma digo "pesuña" derecha—Muy bien—se arrodillo a mi lado y frotando su mano con la mía me quito la paja que me incomodaba—Ahora la otra—repitió el proceso y tomándome de los tobillos me limpio las rodillas también—¿Mejor?—asentí con la cabeza enérgicamente, feliz de que Kenji no se olvidara de mi humanidad.

Se incorporó, caminaba en círculos a mí alrededor haciendo que la fusta sonara al cortar el aire, se veía tan letal como un tiburón. Pero yo no tenía miedo solo ansias por saber lo que haría a continuación:

—Ser mi yegua te sienta de maravilla—empezó a acariciarme la espalda, digo "el lomo" con la fusta —Desnuda sobre esa manta te ves magnifica.

Eres zoofilico, Kenji, ya para que negarlo.

—Esto me trae recuerdos... del día en que nos conocimos—discúlpame si no quiero pensar en ese día—Lo recuerdo bien—se colocó detrás de mí—Estabas en esta misma posición solo atada de manos, abriste las piernas porque alguien pisándote te forzó—sentí la fusta darme deliciosos toquecitos entre los muslos—Hoy tienes las manos libres y ni mi fusta ni mis botas te harán daño. Dime preciosa: ¿Separarías las piernas para mí?—separe las piernas deseando que no dejara de palmearme el interior de esa exquisita forma.

Sobo mis piernas con el cuero, provocándome un placentero cosquilleo:

—Así se hace, buena chica—se arrodillo frente a mí—Recuerdo que después con estos dos dedos invadí tu boquita—me mostro los dedos índice y medio—y tu garganta, causándote arcadas—las yemas de esos dedos acariciaron mis labios entreabiertos— ¿Les darías una segunda oportunidad?—seguro puedo darle otra oportunidad a los dedos que me habían brindado tantos y tan intensos placeres. Alce la barbilla y sacando la lengua les di la bienvenida. Sus dedos se deslizaron lenta y suavemente por mi lengua, al llegar al inicio de mi garganta estaba tan relajada que no sentí nausea alguna—A ver ¿Qué paso luego?—sacaba lentamente de mi boca sus dedos empapados de mi saliva—¡Ah si...—se inclinó sobre mi e invito a mi cabeza a descansar sobre su rodilla mientras sus yemas descendían por mi vientre—Te sacudiste ansiosa intentando quitarte mi mano de encima—lo recuerdo bien—¡Sacúdete y ya no te tocare más!—me quede muy quieta, por nada del mundo quería que parara—Intente entrar en tu interior pero tu vagina seca y asustada se cerró con todas sus fuerzas—con los dedos húmedos me repasaba los labios íntimos—¿Sera que esta tierna y acogedora cuevita me dará la bienvenida?—me acariciaba el rostro con los dedos introduciéndome el pulgar en la boca al tiempo que el índice y el medio en la vagina—¡te morderé el dedo si no empiezas a agitarlos en este instante!, pensé.

Crónicas de mi Amo, Hijo segundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora