Capítulo 20: No era hora

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Un leve susurro hacía el intento de activar mis sentidos

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Un leve susurro hacía el intento de activar mis sentidos. La voz era lejana, demasiado, pero podía distinguir con claridad que era de una mujer. No tenía idea que decía, pero parecían súplicas. No con desespero, sino con esperanza.

—Priscila, ¿me escuchás? Priscila, por favor...

Escuchaba a la mujer acercándose cada vez más, sus palabras iban cobrando sentido y claridad, pero no reconocía la voz aún. Sin embargo, pude reconocer algo de inmediato, algo que me hizo entrar en razón y pegar un salto en el lugar.

Ese perfume tan característico, jazmín y cítricos, sería prácticamente imposible olvidarlo. ¿No es el perfume de mi mamá? O era, bueno, no tengo idea que está pasando.

Intento entender dónde me encuentro, pero lo único que descifro es que estoy sentada en algún lado y aunque me veo moviendo mis brazos y manos no siento nada. Todo es blanco, solo luz brillante que tampoco me deja ver, como me gustaría, a la silueta femenina que se sienta al lado mío, sea donde sea que estemos.

Levanto mi mano acercándola hacia la figura que tengo en frente y en el momento que acuno su rostro la puedo ver con sumo detalle.

—Sabía que eras vos, tu olor...

Su sonrisa se mezcla con una mirada melancólica que empieza a empañarse y cuando las lágrimas le caen empieza a reír con suavidad. Tiene el mismo gesto de amor de siempre, que me hizo tanta falta mientras crecía, las arruguitas a los lados de sus ojos que son del mismo color que los de Mateo y el cabello lacio como el mío.

No puedo dejar de mirarla, invadida por el pánico de darme cuenta que las fotos no le hacen justicia a la memoria. Me encuentro paralizada por el miedo de entender que poco a poco la iba imaginando y no recordando. 

Ella no hablaba y entonces yo tuve que insistir.

—No entiendo donde estamos.

Se desliza en el lugar acercándose más a mí y toma mi mano con fuerza. Está helada.

—Estamos no, estoy. Vos no tenés que estar acá todavía— aclaró de manera tajante.

En el momento que esas palabras salieron de sus labios me sumí en un llanto desconsolado. ¿Cómo podía ser que su voz sonara tan nueva para mí? Pasaron solo seis años, no es justo. No podía haberme olvidado la voz de mi mamá. Me sentía la peor escoria y apreté mis manos contra mi pecho que ardía de tristeza.

—Mami...tu voz...háblame un poco más...por favor— solté de manera entrecortada y desesperada. Necesitaba que su tono maternal se fundiera en mi cerebro para siempre y nunca más volverlo a perder.

—Mejor explícame que hacés acá, ¿yo te di permiso para morirte, pequeño desastre? — niego con la cabeza al mismo tiempo que una risa se me mezcla con el sollozo— ¿Entonces? Vamos que todavía no era tu hora, no me hagas enojar. Además, tu hermano sería un desastre sin vos. Más te vale no volver en mucho tiempo.

Un año con Priscila | ✓Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz