Capítulo 35: A las corridas

132 19 6
                                    

—¡Priscila!

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

—¡Priscila!

Alguien entró a mi habitación gritando mi nombre y abriendo la puerta con tanta fuerza que golpeó contra la pared. Todavía seguía medio dormida por lo que no distinguí la voz ni pude abrir los ojos, pero la mitad de mi cuerpo se levantó de inmediato entre asustada y molesta.

Luego de un largo bostezo fregué mis ojos para poder ir abriéndolos de a poco, no sabía con seguridad que hora era, terminé yéndome a dormir alrededor de las nueve de la mañana cuando volví a casa luego de ver el amanecer con mis amigos. A juzgar por el tenue sol que entraba por la ventana que noté a medida que podía separar mis pesados párpados calculé que sería temprano por la tarde. Cuando mi vista se fue acostumbrando a la luz pude distinguir que quien había entrado bruscamente fue Mateo.

—¿Tenés idea qué hora es? No puedo creer que no hayas puesto el despertador, mierda.

—La verdad no— confesé poniéndome de pie lentamente.

Mi hermano se movía apresurado por toda mi habitación juntando cosas del piso, colgando mi mochila de su hombro y buscando con la mirada desesperada mi valija por todos lados.

—Son las cinco de la tarde, Priscila. ¡Las cinco de la tarde!

—¡MIERDA!

—Exactamente eso estoy pensando yo. No vamos a llegar al aeropuerto a tiempo, todavía tenemos que buscar a las chicas— hablaba a toda velocidad y casi no podía entender lo que decía. Seguía dando vueltas toda mi habitación, desordenando todo.

Todos querían venir a despedirme así que en un auto íbamos a ir Mateo, Delfina, Lorena, Tatiana y yo y en otro auto irían Gastón, Javier y Paz.

Delfina apareció en mi habitación y mi hermano le alcanzó algunas de mis cosas para ayudarlo a bajar todo lo que tenía que llevarme al viaje. A diferencia de él ella lucía más tranquila y me regaló una sonrisa cálida seguida de una mirada graciosa que me imploraba paciencia con Mateo.

—Y todavía tengo que bañarme— dije con una mano en mi frente y la otra en mi cadera mirando el desastre en el que quedó convertido el piso de mi cuarto.

—¿Estás loca? — preguntó Mateo con extrema seriedad y acercándose con pasos fuertes hacia mí. Yo me quedé mirándolo perpleja con los ojos y la boca bien abiertos, no sabía si reírme en su cara o preocuparme en serio porque nunca lo había visto así— No vas a bañarte.

—Mateo, son como diecinueve horas arriba de un avión— susurré despacio para no lograr que se enojara más todavía.

—No estás entendiendo, Priscila. O viajas sucia o no viajas. El piloto no va a esperarte a vos sola solo para que no tengas olor a pata.

Asentí cubriendo mi boca para no reír ante lo que dijo, después de todo tenía razón. Abrí mi ropero y escaneé con la mirada la poca ropa que quedaba para terminar agarrando lo que me pareció más cómodo, el pantalón de gimnasia del colegio y un buzo que solía ser de Gastón, pero me lo había apropiado sin vergüenza.

Un año con Priscila | ✓Where stories live. Discover now