Capítulo 25: Justicia y papas fritas

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Me había puesto en contacto con el número que aparecía en el cartel y las instrucciones eran claras

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Me había puesto en contacto con el número que aparecía en el cartel y las instrucciones eran claras. Las personas contactadas nos reuniríamos el domingo por la tarde en una cafetería bastante grande que había cerca del colegio. Y ese domingo había llegado.

Era un día excesivamente frío para ser la última semana de agosto. Todavía estábamos en invierno, pero este clima era más como de pleno julio. Yo estaba fascinada con la helada y rogaba que este año durara lo más posible.

—Un cappuccino grande, por favor— le pedí sonriendo a la rubia detrás de la barra.

Me había atendido de una manera cálida y amable, justo lo que necesitaba para un día cargado de nervios, por lo que le dejé una buena propina en el frasco que estaba al lado de la caja registradora.

Justo en el momento en el que me entregó la bebida humeante una mano se apoyó en mi hombro y me giré para ver que se trataba de una alumna del colegio, pero dos años menor, la conocía por ser hermana de uno de mis compañeros de clase. Tenía quince, aunque parecía más pequeña, supongo que por ser tan delgada y por sus inocentes ojos verdes.

—Priscila, ¿cómo estás?

—Jazmín, hola...— mis palabras salieron en un tono bajo— ¿Vos también venís a la reunión? No sé si llamarle reunión en realidad, vos me entendés.

—De hecho, yo la organicé—se le dibujó una sonrisa de oreja a oreja, resplandeciendo todos sus dientes blancos y brillantes como perlas— Vení, estamos en el jardín de atrás.

Me tomó de la mano guiándome entre las mesas hacia la parte trasera de la cafetería. Sentí como todo mi cuerpo se estremecía. Es que no fue hasta que vi a Jazmín que fui consciente de todo el daño que podría haber llegado a causar Daniel Heredia. En el momento solo había podido pensar en mi situación, y aunque fue bastante incómoda ni siquiera me había tocado. Pero quién sabe qué podría haber hecho con otros alumnos.

Llegamos al fondo y la chica soltó mi mano para deslizar unas puertas corredizas que daban acceso al jardín. De inmediato el frío golpeó nuestras caras, contrastando con el calor del interior del local, y yo cubrí mi boca y nariz con la bufanda que tenía alrededor del cuello. 

Justo en el medio había una larga mesa y varias sillas, todas ocupadas. Habría alrededor de quince alumnos, ni siquiera alcanzaban los asientos y algunos habían quedado parados. Todos charlaban de manera amena y bebían infusiones calientes. En la mesa había bandejas con medialunas y panes, pero nadie había comido nada. Asumí que la situación los tenía con el estómago revuelto igual que a mí.

El momento se interrumpió con un fuerte carraspeo de garganta por parte de Jazmín. Todos dejaron de hablar para concentrarse en ella.

—Todos sabemos por qué estamos acá. Lo primero que quiero hacer es agradecerle a cada uno de ustedes por la valentía que tuvieron al venir— lo pequeña que parecía físicamente se borraba cuando abría la boca, demostrando su madurez— La idea es simple, frenar a este abusador que se hace llamar profesor. Conocemos sus trucos, se hacía el bueno, el simpático, el "profesor cool" y divertido, solo para poder acercarse a nosotros. Pero esto se termina acá.

Un año con Priscila | ✓Where stories live. Discover now