Capítulo 11: Dame la mano

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Cuando nos quisimos dar cuenta ya se estaba poniendo el sol, la temperatura había descendido considerablemente y el viento frío enrojecía mis mejillas

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Cuando nos quisimos dar cuenta ya se estaba poniendo el sol, la temperatura había descendido considerablemente y el viento frío enrojecía mis mejillas. Gastón me miraba preocupado por esto último pero no sabía que yo, en diecisiete años no había conocido sensación más hermosa que esa. El viento siempre me había curado todo y no podía dejar se sonreír.

—El sol te llena de pecas. Te ves hermosa.

Lo agarré de la mano e hice que me rodeara con su brazo. A pesar de que sus palabras eran dulces tenía la mirada triste y me intrigaba demasiado. Nos quedamos así un rato hasta que rompió el silencio.

—¿Ya tenés que volver al hotel?— sus ojos parecían suplicar que no lo deje solo.

—Si querés podemos quedarnos juntos un rato más. Aunque hace un poco de frío— contesté levantando mi cabeza para verlo directo a sus ojos. Quería descifrar lo que escondía su mirada y ante mis dichos me abrazó más fuerte para darme calor.

—Vamos a mi hotel— soltó sin filtro.

—Gastón...

—Perdón, salió mal pero no quise decirlo así. Me refiero a que, hay un restaurante dentro del hotel, podemos ir a comer algo y charlar un poco más. Después te acompaño hasta tu hostel.

Asentí y tomados de la mano nos fuimos a tomar un taxi. Cuando bajamos del auto me quedé muda. Estábamos en la puerta de un hotel cinco estrellas bastante lujoso y conocido de Mar del Plata. Hacía unas horas Gastón me había dicho que a su padre le sobraba plata y se la dejaba usar sin cuestionarlo en nada pero no me imaginé que para tanto.

—¿Acá te estás quedando? ¿En serio?— pregunté casi en un susurro.

—Sí, ¿por qué?— sonreía curioso.

—Nada, es demasiado lujoso, ¿me van a dejar entrar al restaurante así?— miré hacia mis zapatillas mientras Gastón me observaba de arriba a abajo con esa tonta sonrisa todavía en su rostro.

—Para mi te ves muy bien. Si no nos dejan entrar al restaurante vamos a mi cuarto y pedimos room service —dijo lo más tranquilo, sin que pareciera afectarle en lo más mínimo que me acabara de invitar a su habitación.

Por suerte no fue el caso ya que en menos de quince minutos estábamos sentados en la mesa. El lugar era amplio y el techo alto lo hacía parecer inmenso. La luz era tenue, casi inexistente, pero unas velas ayudaban a iluminar mejor, el rostro de Gastón se veía muy bien bajo esa iluminación y yo solo podía imaginar si el pensaría lo mismo de mí. Después de todo estaba despeinada y agotada, no se si las velas ayudarían a resaltar mis rasgos. La duda se disipó rápido con sus palabras.

—Hubiera sido idiota que no te dejaran entrar. En jean, remera y zapatillas te ves más linda que todas las personas que están acá—expresó sin levantar la vista del menú. Sonreí por lo bajo pero no le dije nada. No estaba acostumbrada a que me hable así y todavía me resultaba raro.

Un año con Priscila | ✓Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz