Extra I

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Hola! Este es un extra muy cortito narrado por Bautista. No afecta a la trama de la historia en sí pero es muy lindo así que se los recomiendo :)

 No afecta a la trama de la historia en sí pero es muy lindo así que se los recomiendo :)

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Bautista

Es difícil poner en palabras las mil emociones que viajaron por mi mente cuando vi a Priscila entrar temblando de frío al hostel. Darme cuenta que era hermosa no me resultó complicado, eso saltó a simple vista.

Tenía la punta de su pequeña nariz colorada a causa de las bajas temperaturas y el pelo castaño atado de la forma más desprolija que jamás hubiera visto, con mechones rebeldes saliendo para todos lados. Aun así, se notaba que su cabello era sedoso y con algunos destellos naranjas, yo solo pude imaginar que debía oler tan bien como se veía, cosa que resultó ser verdad.

Sin embargo, la magia llegó cuando me miró de frente, sus ojos grandes color avellana eran lo que más llamaba la atención de su rostro, completados con largas pestañas bien curvadas. Eran dulces, pero a la vez transmitían algo de tristeza y la similitud que les encontré con la mirada de un ciervo me hizo sonreír de oreja a oreja.

Como la suerte nunca estaba de mi lado me dejé ganar por los nervios y quise hablarle con naturalidad, pero escupí las palabras a toda velocidad y con demasiada emoción, cosa que al menos la hizo reír.

Y ahí me di cuenta que ya había caído, cuando vi su verdadera sonrisa, fue como ver a alguien sonriendo por primera vez en mi vida, se sintió como si estuviera redescubriendo todas las emociones existentes. Al parecer yo mismo estaba descubriendo como actuar de cero, porque mi cerebro hizo cortocircuito y no podía parar de hablar, le había terminado ofreciendo té antes de siquiera decirle mi nombre.

Cuando accedió realicé un pequeño baile interno de celebración en mi mente. Es que no creía en el amor a primera vista ni nada por el estilo, simplemente surgió cierta química en el aire, alguna especie de conexión entre nosotros y quería más de ella, todo lo que quisiera ofrecerme, para también mostrarle más de mí. Me era suficiente hablar un rato, conocer algo de su vida, percibir como la comisura de sus labios se elevaba un poco cada vez que terminaba una oración y las arruguitas que se le formaban al costado de los ojos cuando reía.

Por eso me desilusioné un poco cuando dijo que solo se quedaría en Mar del Plata por dos días para volver al colegio, su mirada parecía la de alguien mayor, no de edad sino de madurez. Al menos llegué a dejarle mi número imaginando que podríamos mantenernos en contacto de esa manera.

La idea duró poco, cuando no volvió a dormir al hostel al siguiente día y el domingo apareció con un chico esperándola en la puerta, viéndose bastante celoso y molesto por nuestra despedida, entendí que estaba con alguien, y ese alguien por cierto me parecía lindo hasta a mí. En serio, ¿dónde lo habían creado? ¿Era hijo de dioses romanos o qué? Me sentí pequeñito y derrotado.

Los siguientes meses fueron pasando y yo no dejaba de pensar en Priscila. Mis amigos me insistían para que le escribiera o la llamara y no voy a negar que sí lo consideraba, pero siempre me terminaba acobardando. Abría su conversación y miraba su foto de vez en cuando y nunca pasaba de eso. Me paralizaba pensar en el chico alto con el que se había ido del hostel la última vez que la vi. Yo no podía compararme con él y además no quería meterme en el medio de una relación.

Hasta que un día Dante, Charlie y Pablo me comentaron que su banda iba a estar tocando en un bar en Buenos Aires. Unas ganas de ver a Priscila cueste lo que cueste se encendieron en mí y aunque al principio me negué, los chicos me terminaron convenciendo de ir. Tenía un mes para prepararme y no parecer un completo idiota que no sabía parar de hablar delante de ella. A Charlie se le ocurrió que le empezara a hablar desde ese momento, para tener más confianza cuando terminara viajando para allá, si es que ella quería verme también, obvio.

Mis tres amigos me ayudaron a escribir un mensaje y desde que me lo contestó no dejamos de hablar. Toda la química que habíamos experimentado en el poco tiempo que compartimos en persona se había triplicado. Intercambiábamos fotos, memes, audios e incluso hicimos una video llamada. Priscila era única, alegre, positiva, divertida, y compartíamos varios gustos musicales y de cine.

Todavía no me animaba a contarle que iba a viajar para allá al no saber si seguía con ese chico de aquella vez o no. Sin embargo, la manera en la que hablábamos o me buscaba indicaba lo contrario. Un día tomé coraje y se lo pregunté. No le consulté sobre el dios romano específicamente, pero sí si estaba viéndose con alguien en general.

Cuando dijo que no se me iluminó la cara, y aunque no podía verme estaba seguro que mis orejas estaban un poco rojas. Dos días después la invité a ir conmigo al show de los chicos y accedió encantada. Mi suerte iba en acenso y, por ende, mis bailecitos internos también.

El tiempo transcurrió demasiado lento hasta el día que finalmente la iba a volver a ver, las noches trabajando en el hostel se me hacían demasiado largas ya que en lo único en lo que me podía concentrar era en mis ganas de besarla, pero también de que me cuente sobre su vida. Las hormonas adolescentes no me impedían ser un pibe respetuoso.

Apenas la vi salir de su casa entendí por qué me había gustado tanto. Era perfecta, iba maquillada, no que lo necesitara, pero le daba un aire más sensual. Estaba bastante más peinada que la primera vez y lucía igual o más nerviosa que yo, parada ahí con las manos detrás de su espalda y su rostro levemente ruborizado.

En cuanto subió al auto y se acercó a dejar un beso cerca, muy cerca, de mis labios confirmé que su cabello olía tal como lo había imaginado, frutal y delicioso. Y más tarde, cuando pude tomarla de la mano su piel resultó ser más suave de lo que esperaba. Ahora solo me faltaba conocer el sabor de su boca...

El recital de mis amigos fue impresionante, habían ensayado sin parar los últimos meses y había rendido frutos. Priscila y sus amigos parecieron disfrutarlo, pero lo mejor de la noche todavía no había ocurrido.

Nos dirigimos todos al departamento de Pablo, y yo tenía un objetivo en mente por más de que no fuera a forzar nada, solo iba a dejar que todo fluyera. Algo me dice que su amiga de cabello turquesa, Paz, tuvo algo que ver con dicho fluir porque Priscila y yo terminamos solos en una de las habitaciones de la casa de mi amigo.

De manera casi inmediata nos estábamos besando. Si me había parecido suave su piel, sus labios eran directamente una locura de otro mundo. Su aliento a alcohol se fundía en mi boca haciéndome sentir otro tipo de ebriedad, pero los besos ya no eran suficientes.

Agradecí a todos los dioses existentes que mi amigo tuviera preservativos en el baño y regresé a la habitación donde la temperatura parecía haber ascendido a 40°C. Deleitando cada movimiento nos quitamos la ropa y quedé fascinado al admirar sus pechos desnudos, eran suaves y delicados y no pude contener las ganas de besarlos, logrando que se estremeciera entre mis brazos.

Cada día que había pasado desde la primera vez que la vi había valido la pena solo por este momento de conexión único entre los dos. Estando dentro de ella solo podía pensar que fácilmente podría volverme adicto a esa sensación. Adicto a toda ella, a sus bromas tímidas, a sus intentos nefastos de peinarse, a tenerla envuelta en placer con las mejillas rosadas debajo de mí, a como le brillaban los ojos cada vez que le decía un cumplido, a como hacía reír a sus amigos de manera tan natural. Todo en Priscila era atrapante.

Hacía un rato me había confesado que no quería que volviera Mar del Plata. El problema era que ahora yo tampoco me quería ir.

Un año con Priscila | ✓Where stories live. Discover now