Capítulo 4: Un par de golpes

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Al parecer, el equilibrio que deseaba que inundara mi último año escolar no llegó a durar ni siquiera a lo largo del primer día

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Al parecer, el equilibrio que deseaba que inundara mi último año escolar no llegó a durar ni siquiera a lo largo del primer día. Aunque no fue por culpa de nadie de mi clase. En la hora del almuerzo se empezó a rumorear por todos lados que en el curso de los de 15 años habían entrado tres chicos nuevos que ya se conocían de antes y apenas en el primera hora habían causado problemas con su profesor y compañeros. Llegué a escuchar que los describieron directamente como "malas personas".

—Bueno, igual son dos años más chicos que nosotros. Dudo que nos lleguemos a cruzar con ellos en alguna actividad— exclamó Javi despreocupado.

—Si, pero igual que necesidad de venir a joder a la gente? Odio a los que no se pueden meter en su propia vida— se quejó Lorena. Y tenía razón. Nosotros siempre fuimos de preocuparnos por nuestros propios problemas y los de nuestro círculo íntimo sin meternos en la vida de nadie ni causando estorbos.

La hora del almuerzo terminó y nos dirigimos a los casilleros para agarrar lo que necesitábamos para la segunda mitad de clases. Lore y Tati iban tomadas de la mano y me resultaba adorable. Amaba ver a mi mejor amiga feliz. Desde que estaban juntas se les había iluminado más la cara. Yo iba detrás de ellas charlando con Javier pero unos gritos fuertes de varias personas nos hicieron a los cuatro frenar en seco y levantar las miradas curiosas y preocupadas hacia el frente.

—Deben de ser ellos, de los que está hablando todo el mundo—dije con un nudo en el estómago.

Estaban los tres parados uno al lado del otro rodeando a un niño más pequeño que ellos tirado en el piso buscando sus anteojos. Me enfurecí tanto, odio las injusticias. Y toda la ira que empezó a formarse en mi interior hizo que mi cuerpo empiece a moverse sin darme cuenta. Avancé lentamente hacia ellos, como si mis pies no respondieran a mi cerebro que les ordenaba "No se metan, quédense donde están, eviten problemas".

Cuando ya estaba a un metro de ellos noté que a pesar de tener dos años menos que yo eran enormes, de verdad altos, con espaldas anchas y brazos grandes. Pero no me iba a dejar intimidar. Le golpeé el hombro tres veces al del medio para que se de vuelta.

Gira sobre sus pies y me mira desconcertado. Los otros dos al notarlo hacen lo mismo, cruzados de brazos.

—Disculpame pero, ¿quién mierda te pensás que sos?— le pregunté con un tono de voz muy tranquilo pero una expresión que gritaba "loca" por todos lados. Cuando terminé de decir eso el chico se me quedó mirando y empezó a sonreír de manera escalofriante. Yo le extendí la mano al niño que estaba en el piso, que por suerte ya tenía puestos sus anteojos y lo ayudé a levantarse. A penas se puso de pie salió corriendo del lugar.

Estaba tan enojada que no tenía ni un poco de miedo. Eso seguramente era un error porque Mateo siempre decía que a veces el miedo está ahí para protegernos y no dejar que hagamos alguna estupidez. Pero bueno, todo ya estaba ocurriendo.

Un año con Priscila | ✓Where stories live. Discover now