NOS PERTENECEMOS

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CAPÍTULO 6

NOS PERTENECEMOS

Quince personas se encontraban en la habitación que fungía como sala de reuniones, la tensión podía cortarse con un cuchillo. La cabeza de cada uno de los Clanes aliados se encontraba presente acompañados de su saiko komon y waka gashira. Los ojos bailaban de lado a lado, cada uno observando en los otros hasta el mínimo movimiento. Una gota de sudor bajaba indiscreta por la mejilla del hombre que portaba un parche en el ojo derecho, este era el waka gashira del viejo Uenoshi, ahora fallecido; y a su derecha, Wata, el saiko komon que no dejaba de temblar.

El hombre de mayor edad entre ellos se puso de pie, miró a cada uno de los integrantes que permanecían sentados alrededor de la enorme mesa de caoba y con voz fuerte dijo:

—El día de hoy nos hemos reunido para decidir el destino del clan Uenoshi. Yuuyi Uenoshi, violó nuestros códigos de honor, atacó a uno de los nuestros, eso es traición y es imperdonable y su falta mancha a todos bajo su mando – miró al del parche, a Wata y continuó: — Su líder ya pagó con su vida la falta cometida, no tendrá funeral y sus restos serán abandonados hasta pudrirse y ser devorado por bestias. Estas son las reglas que establecimos hace generaciones para llevar una alianza segura. Además de esto, el clan que comete traición pasa a manos de aquél que fue afectado y es inapelable, si llegaran a hacerlo, entonces sentirían la furia de los cuatro clanes hermanos. Los bienes pasarán en un 60% al clan afectado y el 40% restante se divide entre los aliados. A continuación, le cederé la palabra a Himura sama quien dará su veredicto en cuanto a lo que piensa hacer con ustedes – dijo refiriéndose a los "traidores".

El hombre imponente se puso de pie, sacó la mano de su bolsillo y prendió su cigarrillo — Estoy terriblemente ofendido, lo que Uenoshi le hizo a mi esposo no puede ser compensado por simples bienes y su muerte, – los ojos ámbar brillaron con malicia — por eso he decidido la exterminación de todos sus miembros, incluyéndolos a ustedes – dijo señalando a los hombres frente a él — las personas bajo su servicio serán masacrados sin honor alguno, su mujer será llevada a uno de mis burdeles y no volverá a ver la luz del día, trabajará dando su cuerpo hasta que no recuerde como es tener su agujero sin un palo adentro, a su hijo mayor le sacaré todos sus órganos para ser vendidos, vale más en pedazos que entero y en cuanto al restante... será entregado al mejor postor. Esa es mi última palabra – soltó el humo inhalado y como rey coronado se sentó satisfecho con su dictamen.

Junta analizaba a detalle la situación, como si se encontrara ante un cuadro renacentista cargado de elementos que significaban algo individualmente, pero que al unir cada pieza formaba la pintura completa. Mientras Himura hablaba pudo reconocer en él la esencia de una bestia, no había ni un rastro de empatía o consideración en sus palabras, menos de vacilación, lo disfrutaba, disfrutaba escucharse infligiendo su puño castigador, creyéndose Dios. Ayagi padre sacaba de vez en vez su pañuelo para secar su mojada frente, Ayagi Chihiro mantenía una media sonrisa, la que permaneció intacta hasta el momento en que se mencionó el destino de la inocente criatura, "al parecer aún tiene conciencia", pensó Chunta. Por otro lado, Usaka era una estatua, si no fuera por el leve movimiento de su pecho al tomar aire y sacarlo bien podría pasar como muerto, su mirada estaba clavada en la figura del ambarino. A primera vista se podría decir que la situación le daba igual, pero al observarlo con mayor detenimiento podía notar las venas de su cuello hinchándose; así como la mano que apretaba con fuerza el brazo de la silla como si quisiera desahogar en ella toda la impotencia que sentía. Esa era la imagen de un hombre que desaprobaba todo lo que sus oídos estaban escuchando, cuyo raciocinio se encontraba intacto y alerta, pero que la ocasión le impedía actuar como realmente quisiera hacerlo.

Continuando con su escrutinio, los personajes de relleno para el cuadro eran variados, algunos torcían la boca, otros mostraban una sonrisa de oreja a oreja complacidos con lo que escuchaban, otros tantos jugaban con sus manos o miraban hacia abajo. Sasaki, por su parte pasaba constantemente sus manos sudorosas sobre sus muslos, cepillando su pantalón, era más que evidente su ansiedad.

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