DESDE LAS ENTRAÑAS

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CAPÍTULO 34

DESDE LAS ENTRAÑAS

Hoy fue ese día, uno en el que los demonios del pasado me atacaban apareciendo en mis más terribles pesadillas. Aquellas en las que mis gritos no salían y mis pasos y brazos jamás alcanzaban lo que tanto añoraba por más que avanzara; al contrario, el camino solo se hacía más angosto y la distancia parecía no aminorar ni un poco.

Dicen que en los sueños no se puede sentir dolor, pero yo lo estaba sintiendo; dolía, quemaba, no me dejaba respirar y la sensación de que en cualquier momento desfallecería estaba latente. Podía sentir los latidos de mi corazón corriendo como caballos desbocados, el sudor frío bajando por mi nuca y los vellos de mi cuerpo crisparse.

Grité, corrí, solté golpes a todo lo que se me atravesaba, sentí el sabor del hierro invadir con su amargo sabor mi boca. Caí al suelo aparatosamente más veces de las que podía contar, pero aun así pelee con todas mis fuerzas, llamé su nombre una y otra vez hasta quedar exhausto mientras más golpes caían sobre mí.

Seguí, trastabillé, aun así me levanté pese a que cada hueso de mi cuerpo crujía. La desesperación y furia corría por mis venas. ¿Por qué?, ¡¿por qué no podía alcanzar el maldito coche por más que corría?!, ¿por qué mis piernas no daban para más?

Mi cuerpo estaba caliente por el constante movimiento, pero yo me sentía helado, y la oscuridad de la noche solo aumentaba mis escalofríos. ¿Por qué no había ni una sola persona alrededor?, ¿cuándo el velo nocturno cayó con espantosa turbiedad?, ¿a dónde se habían ido las estrellas?... ¿cuándo solté su mano?...

Seguí corriendo entre los árboles intentando desesperadamente acortar el camino, ya no podía distinguir qué era lo que estiraba mi ropa, si las ramas o las manos que se acercaban más rápido de lo que esperaba y que si me detenía un solo instante en contemplarlas me desmembrarían.

Al fin, ¡al fin lo veo!

El carro negro de pronto fue iluminado por la luz de la luna poniéndolo como diana central ante mis ojos. Vuelvo a gritar, ¡imploro, suplico!, muerdo mis labios.

¡Me volveré loco!, ¡¿Por qué no se detiene?, ¿por qué pareciera que se aleja más y más de mí?

¡POR FAVOR PARA!

Fueron segundos, uno de los hombres sacó medio cuerpo por la ventana. Entonces escuché una risa burlona seguida del sonido estruendoso de un arma, desee que esa bala me impactara, porque así podría al fin despertar. Alguien gritó mi nombre, ni siquiera puedo voltear hacia el lugar de donde viene aquella voz, solo quiero despertar.

Cierro los ojos...

Anda, llega a mí de una vez, ¡maldita sea!, pero el impacto jamás me alcanza y lo único que cayó sobre mí fue el peso de un cuerpo herido.

Caí al suelo incapaz de seguir corriendo, sintiendo cómo el líquido rojo y caliente mojaba mis prendas hasta teñirlas con su escandaloso color. Huele fuerte, es penetrante, mis fosas nasales se contraen no queriendo olerlo más.

El líquido rojo siguió saliendo. Quise detenerlo, así que coloqué mis manos sobre el lugar donde la sangre borbotaba como fuente, pero esta solo manchaba mis manos escurriéndose entre los dedos.

¡AYUDA!

¡ALGUIEN POR FAVOR AYÚDEME!

Cierro los ojos, la sangre de mi herida en la frente entra a ellos volviendo todo rojo, trato de convencerme de que es un sueño, que pronto despertaré. Funciona, pero solo por un momento, ya que al mirar el rostro de quien se había interpuesto entre la bala y yo me fulmina hasta el punto de olvidar cómo respirar.

CAGEDWhere stories live. Discover now