NO SOMOS NADA

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CAPITULO 29

NO SOMOS NADA

Leyendo los últimos informes, el hombre mayor hojeaba las páginas plácidamente sentado en la sala. Había sido un día largo y no había recibido la ayuda de quien esperaba le sucediera, de hecho, hacía mucho que no tenía idea de dónde demonios se encontraba o qué estaba haciendo con su vida. Aquello lo tenía sumamente irritado; por lo que, en cuanto lo viera le haría saber exactamente el peso de sus responsabilidades, y por supuesto, toda su furia.

Él seguía concentrado. No fue hasta que escuchó el seguro de la puerta principal abrirse, que dirigió su vista hacia aquel punto donde la figura que tanto esperaba apareció. Aventando los papeles en el sofá se puso de pie hasta quedar a unos pasos del sujeto frente a él.

¡PAFF!

La mano del viejo había viajado con rapidez hasta golpear con fuerza la mejilla de su hijo. Una mancha roja se hizo presente de inmediato en la pálida mejilla. —Hasta que se digna a volver el hijo pródigo – exclamo abriendo los brazos con tono irónico. —¿Dónde demonios estabas?, ¿por qué no contestabas los putos mensajes?, ¿haz olvidado tus responsabilidades?, ¿así luciendo como mierda piensas llevar el título de Oyabun del Clan Ayagi?

Chihiro sonrió de lado acariciando su mejilla. Esperaba tal recibimiento, después de todo había estado un mes sin comunicación. Miró a su padre sin interés alguno y haciendo gala de su lado sinvergüenza, pasó de él sin responder absolutamente nada. Limitándose a apoyar su mano izquierda en el hombro del viejo cuando caminó por un lado de él.

—Buenas noches, padre.

—¡Tú! ¡maldito malagradecido, desconsiderado!, ¡debería mandar a que te dieran una paliza! – el viejo Ayagi estaba hecho una furia, una totalmente visible por la manera en la que el color subía por su rostro y sus puños se apretaban hasta dejar blancos sus nudillos.

A nada estaba de tomarlo por los cabellos y arrastrarlo, cuando su mujer intervino llamando la atención del yakuza.

—¡Esposo!, ¡basta! Deja que entre y descanse. – Exclamó la mujer abrazando al alto. —Chihiro, nos tenías tan preocupados, me alegra tanto que hayas vuelto. Ve a tu habitación, toma un baño y enseguida haré que te lleven algo para cenar – pronunció la mujer con rostro afable.

Chihiro solo asintió. Besó la cabeza de su madrastra y siguió su camino bajo la vista de ambos sujetos.

—Mari, ¿por qué hiciste eso?, ¿sabes los problemas que me ha dado?, ¡lo necesitaba aquí!, apoyando a su familia, ¡haciéndose cargo del negocio que pronto heredará! – Gritó el viejo sorprendido por la acción de su mujer.

Esta, colocó las manos sobre su cintura en una muestra de desaprobación hacia sus gritos. — Se de eso perfectamente, sé que lo necesitas, pero... ¿acaso no ves que no está bien?, ¡míralo, míralo detenidamente! Está más delgado, luce triste y tiene unas ojeras terribles. Ha venido a casa después de mucho sin saber de él. Tiene su propio departamento, pero vino aquí, aquí con nosotros y ¿tú lo recibes con gritos? y ¿golpeándolo?, eres su padre, ¿cómo puedes tratarlo así?, ni siquiera sabes por lo que ha podido pasar. Chihiro no es alguien débil, es orgulloso y antes preferiría morirse que recurrir a nosotros y lo sabes, si está aquí es porque nos necesita. Habla con él – Exclamó con ojos llorosos. Cuadro que hizo que el yakuza se achicara y se lamentara un poco por la situación.

Él podía ser despiadado, pero Mari había llegado a su vida enseñándole lo que era ser humano. La amaba y odiaba verla triste. La mujer se había convertido por completo en la madre de Aren, el niño la adoraba, Ryo ni se diga, e incluso se había ganado el cariño del castaño; quien también la veía como su propia madre, aunque no lo dijera en voz alta. Era suficiente con ver el respeto con el que le hablaba y trataba para darse cuenta de cuánto la apreciaba.

CAGEDWhere stories live. Discover now