DESCORAZONADO

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CAPÍTULO 36


Estoy muy apenada por haber tomado demasiado tiempo entre el último capítulo y este, pero la realidad es que cuando la inspiración no llega, no hay manera de que mi cerebro funcione, y todos ustedes, así como esta historia que empecé a escribir con todo mi corazón, merecen respeto, lo que traduzco en "calidad". Bien podría solo escribir para cumplir tiempos, pero entonces la esencia de esta se perdería.

Tuve que volver a leerla (desde el principio), más de 570 páginas, que es lo que hasta el momento he escrito, sentir todas las emociones y enamorarme de mi trabajo. Algunos podrán pensar: "ay, solo es un fic", o "ni que fuera la gran cosa", "no es una novela de editorial", pero para mí significa mucho. En cada capítulo dejo un poco de mi propio corazón; rio, lloro, me emociono, deprimo y suspiro. He pasado noches de insomnio escribiendo y todo esto por el placer de hacerlo y saber que hay alguien detrás de una pantalla leyendo y sintiendo lo mismo que yo.

Muchas gracias a todas las personas bonitas que han dejado sus comentarios, que me han dado estrellitas, que me han animado y que se han comunicado conmigo preguntando por mi historia. Son unos lectores increíbles y les prometo que verán el final.

Gracias de nuevo y espero el capítulo sea de su agrado.

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CAPÍTULO 36

DESCORAZONADO

Después de lo que pareció una eternidad, la voz de los maleantes dejó de escucharse alrededor. El sonido del viento moviendo la hierba y hojas de los árboles creaba, junto con los insectos, una sinfonía natural envolvente y tranquilizante. Algo que tanto Takato como Haru necesitaban.

Ambos se encontraban acostados con el pecho en la tierra. Takato mantenía un brazo protector sobre la espalda de su pequeña, en guardia y dispuesto a enfrentarse a quien sea con uñas y dientes.

Cuando al fin se sintió seguro de moverse, miró su celular notando que aún seguía sin señal, lo que dificultaba que pudiera comunicarse de nuevo con Ramiro y Chihiro. Mordió su labio superior pensando en cuál debería ser su siguiente movimiento. No podían permanecer por siempre en ese agujero; la posición era incómoda, el suelo era frío, el olor a humedad penetraba sus fosas nasales y ciertos movimientos de impaciencia en Haru le advertían que tenía una necesidad fisiológica que atender con urgencia.

—Mami... – susurró removiéndose bajo el brazo. —Quiero hacer pipí...

El rostro arrugado, así como las pequeñas piernas torcidas delataban su ansiedad en un intento desesperado por evitar alguna fuga.

Takato no estaba seguro si era el momento correcto para salir, pero en definitiva no podía permitir que su hija aguantara por más tiempo. Miró la hora y comprobó que, desde la llamada de Ramiro, habían pasado cuarenta minutos, y quince desde que dejó de escuchar a los hombres de Hashiba.

—Voy a salir primero y te haré una seña para que me sigas, no lo hagas si no me ves, ¿quedó claro? – indicó Takato con mirada seria, pero sin perder el tono dulce que siempre tenía para con su niña. —¿Recuerdas cómo es "ven"?

—¡Sí mami! – exclamó emocionada al recordar la clase que la maestra particular le había dado sobre lenguaje de señas. Takato hizo el movimiento con sus manos a manera de recordatorio, dejó un beso en la pequeña cabecita y se dispuso a salir.

La tierra se impregnaba en su ropa con los movimientos serpenteantes que realizaba, su corazón latía a mil por hora, pero no podía continuar así. Internamente se reprochaba por haber tomado una decisión tan inmadura como salir de su hogar sin decirle a nadie sobre hacia dónde se dirigía ni el motivo de su partida. Su pecho se encogió de solo pensar que por su estupidez los hombres de Hashiba los atraparan. Su hija no tenía que pasar por más traumas, era pequeña, inocente y a su parecer, el único pecado que había cometido era que quien le dio a luz fuera él.

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