PRINCIPIO DEL FIN

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CAPÍTULO 15

PRINCIPIO DEL FIN

—¡¡AAAAAAAH!! ¡¡GGGHH!! ¡AAAAAAAAAAH!

—¡18!

¡ZAS!

—¡¡¡GGGGHH!!!... TCH...

—¡19!

¡ZAS!

—¡20! – gritó uno de los testigos.

—AAAH, AAH, AH...

Hashiba caminó unos cuantos pasos y sin delicadeza o consideración alguna tomó de los cabellos a Ramiro y lo jaló para verlo de frente.

—Sueñas si piensas que me detendré en 20, gaijin, de aquí no saldrás hasta que ese patético tatuaje de águila con alas extendidas que llevas en la espalda quede desplumado. – Escupió Hashiba soltando de golpe la cabeza que sostenía con rudeza para alejarse. Tomó el látigo entre sus dedos y con ayuda de los guantes barrió la sangre que se pegaba al cuero, misma que cayó al suelo como si una manguera hubiera sido abierta. Se sentó sobre la silla que otro más le acercó y tal cual lo haría en una sala de té, bebió dos sorbos de la taza de porcelana que yacía sobre la mesa. —Necesito un descanso para continuar, mover el brazo con tanta fuerza es agotador. -Entonó con burla a lo que los demás, indiferentes al dolor ajeno comenzaron a reír.

Mientras tanto, Ramiro, los escuchaba completamente destrozado. Había intentado no gritar para no darle el gusto a Hashiba, pero simplemente era inevitable, cada latigazo que se estrellaba con fuerza excesiva y constante le quemaba, rozaba y agrietaba su carne dolorosamente haciendo que de los surcos brotaran cuantiosas gotas de sangre.

Era horrible, pero jamás se arrepentiría de lo que había hecho así lo dejaran sin espalda. Lo único que lamentaba era no haber sido más cuidadoso al momento de esconder los medicamentos para Takato.

Para cuando Hashiba terminó el primer round de 20 latigazos, Ramiro se encontraba agotado, el cuerpo desnudo en forma de cruz apenas se sostenía de pie, los brazos elevados por sobre su cabeza estaban fuertemente sujetos por unos grilletes que colgaban del techo, que, de no ser por estos, ya estaría tirado en el suelo que a simple vista se podía decir que no había sido limpiado en años. Su cabello largo tirado hacia abajo se pegaba a su rostro que no dejaba de sudar enormes gotas mezcladas con lágrimas.

Los minutos pasaban, Hashiba platicaba animadamente con los otros, pero para él, cada exhalación era punzante, la espalda le escocía como si le hubieran dejado caer agua hirviendo. La sangre de su espalda escurría y avanzaba cual río por entre sus nalgas y piernas hasta llegar al charco que se había formado bajo sus pies.

El mexicano ya no se encontraba en sus cinco sentidos, un molesto pitido en sus oídos era el único sonido que podía escuchar y que pudo percibir en aquella habitación. La habitación que era utilizada para quebrar la voluntad de los miserables que por desgracia caían en ella, para torturarlos o matarlos y de la que Takato había sido huésped VIP en repetidas ocasiones.

Justo cuando el moreno estaba por caer en la inconsciencia, Hashiba ordenó que le tiraran agua helada encima, provocando que el lastimado cuerpo se sacudiera violentamente retorciéndose de dolor.

—¡¡¡AAAAAAAAH!!!

Otro grito desgarrador había salido sin control alguno resonando con un eco aterrador entre esas cuatro paredes acompañado de una respiración agitada y abundante saliva que escurría de los labios temblorosos y dañados por la fuerte presión que los dientes habían ejercido sobre estos al principio de los latigazos.

—Ya estoy listo, he descansado lo suficiente – exclamó con gusto Hashiba al tiempo que relamía sus dientes.

Los otros hombres presentes se limitaban a cumplir las órdenes que el del látigo les daba y aunque sentían un poco excesiva la tortura hacia el moreno, al mismo tiempo disfrutaban del espectáculo que en contadas ocasiones podían presenciar. Mientras ellos no fueran los que estuvieran en esa situación poco les importaba lo que pasara con los demás.

CAGEDWhere stories live. Discover now