A QUÉ PRECIO

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CAPÍTULO 20

A QUÉ PRECIO

Pasaban de las 3 de la madrugada, el brillo de las luces nocturnas de la calle le estaban volando la cabeza, se sentía mareado y un cúmulo de emociones se arremolinaban dentro de su pecho subiendo por su esófago hasta encontrar salida. Había sido un día realmente largo y nauseabundo.

Las arcadas se habían detenido minutos atrás, no sin antes haber devuelto por completo hasta la última gota de los jugos gástricos que dejaron en su boca un desagradable rastro de acidez.

Junta, recargado en la ventanilla del copiloto, masajeaba sus sienes en forma circular. Había utilizado excesivamente sus dotes de Enigma y su cuerpo le estaba pasando la factura. Sabía que no debió haber abusado de ello, pero la satisfacción de poder ejercer tal dominio sobre Himura lo había valido.

Sasaki, que se hacía cargo del volante, manejaba en completo silencio como si su mente hubiese quedado en blanco después de lo vivido. La misión había terminado, aquello por lo que habían viajado miles de kilómetros y por lo que se habían hundido en el lodo inmundo de todo un universo desconocido para ellos, ahora iba a quedar solo como un mal sueño que con los primero cantos de las aves se difuminaría hasta quedar hecho nada.

De vez en vez volteaba hacia el ojiverde quien al parecer también se encontraba sumido en sus propios pensamientos y no pretendía interrumpirlo, pero tarde o temprano las respuestas a sus preguntas llegarían y esperaba con sincera preocupación, que todo fuera para bien.

Pronto, la fachada del enorme hospital quedó a la vista con el característico color inmaculado y el sonido de ambulancias.

Ante esto, el castaño se acomodó mejor en el asiento listo para salir despavorido en cuanto el carro se detuviera, había demorado mucho en presentarse, pero su venganza requería su presencia y en aquel momento sus sentimientos de rencor inclinaron la balanza hacia aquello que tanto había estado maquinando.

Rápidamente tomó la manija de la puerta, pero antes de salir giró hacia su acompañante y habló:

—Sasaki, no me iré de aquí... por lo que puedes irte en cuanto quieras.

—Quisiera ver cómo se encuentra Saijo-san y la pequeña, si es que puedo- dijo el de lentes recibiendo un asentimiento por parte del otro. Junta tomó el peluche del asiento trasero y comenzó a caminar hacia el edificio.

TOC TOC

Dos toquidos suaves sobre la puerta de la habitación 204 advirtieron su presencia, el sonido de pasos apenas audibles fueron subiendo de intensidad cuando de un momento para otro la figura del moreno se dejó ver por la luz que se colaba del pasillo.

—Azumaya san, tardó mucho en llegar – expresó Ramiro de brazos cruzados. Su voz era baja pues no quería despertar a Takato y Haru; aun así, la fuerza con que lo dijo dejaba en claro su evidente molestia, pues ante sus ojos juzgadores no importaba qué estuviera haciendo, si la persona que ama se encuentra hospitalizada iría a su encuentro sin titubear y esa era su regla.

Sasaki se quedó estático en su lugar, pues jamás se le habría pasado por la cabeza que el moreno se comportara así con su jefe.

Por otro lado, Junta, que no estaba de humor para nada más, reveló un rostro frío intentando con ello camuflar la mueca de dolor que estaba amenazando con escapar al exterior. El comentario del alto se había clavado en su pecho cual daga, él tenía razón... había tardado. Por lo que, haciendo un esfuerzo, replicó:

—Lo sé... Ramiro san, sé que he tardado, pero si se me permite defenderme puedo alegar a que he estado al pendiente de Takato y Haru, fui yo quien le indicó a Hasegawa que los trajera a este hospital, quien está pagando las cuentas y quien a partir de este momento se hará cargo de ambos por el resto de mi vida. Me era imposible venir antes, pero por favor, déjame pasar, necesito verlos... me preocupan.- Expresó con evidente pesar que no pasó desapercibido para el moreno.

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