TREGUA

701 83 87
                                    


CAPÍTULO 37

TREGUA

—¿¡Dónde encontraste el dibujo!? – Preguntó sobresaltado.

Después de que las aguas se calmaron y el doctor se marchó convencido de que Takato se encontraba en sus cinco sentidos, o al menos en apariencia, Ramiro se dispuso a contarle todo lo que había pasado hasta el momento; desde la parte en que llegaron a su encuentro hasta lo que horas atrás descubrieron después de que Hairo revelara que todo el tiempo estuvieron en su antigua mansión.

De vez en cuando Ramiro miraba a Chihiro para que este confirmara sus palabras, a lo que el otro asentía. Muy seguramente el hecho saber que su niña no había sido llevada tan lejos de él, fue lo que alimentó su esperanza y que en consecuencia; sus ojos oscurecidos por la sombra de la locura fuera ligeramente difuminada, permitiendo que un rayo de luz brillara tenuemente en sus pupilas regresándolo a la vida.

—El dibujo estaba debajo de las cobijas, estoy seguro de que intentaba esconderlo. Escribió en español, ninguno de esos putos sabe el idioma de los dioses, – comentó sintiéndose orgulloso de sus otras raíces, que pese a la distancia que físicamente había establecido con el país de la majestuosa águila devorando una serpiente, hacía que su corazón anhelante palpitara por la tierra caliente, el sol abrazante y los nopales verdes a lo largo del desierto levantándose firmes. Recordándole que aún en condiciones tan extremas, la vida se imponía con coraje y majestuosidad extendiendo sus raíces hasta el centro de la tierra para obtener la fuerza que requería para seguir existiendo. Justo como el pequeño omega frente a él.

Chihiro agregó: — Lo que significa que esperaba que lo viéramos y supiéramos a dónde la llevarían. Esta chiquita, pero sabe que jamás renunciaremos a ella. ¡La vamos a encontrar!

Takato volvió a llorar sintiéndose rebasado por sus emociones. Con ternura pasó las yemas de sus dedos sobre el dibujo, dejando una caricia bañada en azúcar. Al palparlo, cerró sus ojos y casi podía ver como su nena se escondía bajo las cobijas: tomando los colores, haciendo cada trazo e intentando recordar un alfabeto con el cual no estaba familiarizada. Un gemido, propio de los omegas cuando se sentían heridos, escapó de su boca poniendo los pelos de punta al Alfa en la habitación, estirando el hilo instintivo de protección dentro de él.

—¿Qué estabas pensando, mi amor? – Justo en el centro del papel una marca seca de agua había barrido ligeramente los colores estrujando el corazón de Takato. —Lloraste... - murmuró besando el papel con cariño como si así pudiera transmitirle a su hija amor, calidez y consuelo.

La pareja intercambiaba miradas incómodas, sin saber cómo actuar.

Haru dibujó lo mejor que pudo el Monte Fuji y escribió las palabras: lago, bosque, abajo.

Ramiro arqueó sus cejas —No llores, luego cuando se vuelvan a ver, vas a traer los ojos de sapo aporreado.

—Ja... – Un intento de risa salió de la boca de Takato. Apretó los ojos y reprimió las lágrimas que amenazaban con salir de nuevo. — Ya pasó su cumpleaños, le prometí que sería un día divertido, especial. Que comeríamos lo que ella quisiera, que estaríamos bien... y ahora no se siquiera dónde está, cómo está, si le dan de comer, si le compraron un pastel y le cantaron. Si le tienen paciencia, si la tratan con amor y respeto... la incertidumbre me está comiendo por dentro... – Y esta era evidente, todo en Takato gritaba angustia desde su cabello enmarañado por la larga estadía en cama hasta en las microexpresiones que hacía de manera inconsciente.

Ayagi y Ramiro no sabían que decir, era difícil consolar a alguien cuando ni ellos mismos conocían la respuesta a las interrogantes de Takato.

—Ramiro me estoy muriendo... tengo un vació horrible aquí. — señalando su pecho, intentó confortarse con movimientos suaves sin éxito alguno — La necesito aquí conmigo, entre mis brazos, besando sus mejillas regordetas, oliendo su aroma de bebé, sintiendo su calor y escuchando su hermosa voz llamándome mami. – Sollozó.

CAGEDWhere stories live. Discover now