REENCUENTRO

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CAPÍTULO 31

REENCUENTRO

El día de la familia Saijo comenzó con la rutina de siempre, corriendo a toda prisa para llegar a tiempo al colegio y con él buscando un trabajo.

Al no poder ingresar a la universidad debido a todo el tiempo que se había ausentado sin justificación alguna, la probabilidad de volver era imposible, al menos lo que restaba del ciclo escolar. Por lo que hasta el próximo año podría retomar la carrera.

Aunque aquello le desanimó en gran manera, Takato no podía quedarse quieto. Quería seguir aprendiendo, mantenerse ocupado, hacer cualquier cosa que le permitiera estar fuera de su departamento.

Durante su estancia en España pudo salir, sentirse "libre", pero ahora que pensaba en ello de manera detenida, se había dado cuenta que en realidad la palabra "libre" jamás estuvo a su alcance.

Años de condicionamiento en el que solo se le permitía salir contadas veces en el transcurso de estos o a veces ni una sola vez en más de 365 días, haría a cualquier persona insegura y temerosa. Y ahora, a base de grandes esfuerzos, Takato se movía como si las calles de Tokyo fueran terreno minado.

Aunque muchas veces en el pasado se hubiera manejado como cualquier otro ciudadano promedio de Japón, ahora tales habilidades se sentían obsoletas. Era como volver a aprender a hacer una caña, arrojarla al mar, pescar un pez, llevarlo a la cocina y prepararlo. Cuando por cinco años solo tuvo que abrir la boca y ser alimentado.

En ese periodo de tiempo muchísimas cosas habían transformado y él se estaba acostumbrando a ello. Los trenes habían cambiado, las estaciones, ahora podías usar el celular para prácticamente pagar lo que sea, calles que antes había recorrido sabiéndolas como si la palma de su mano se tratara, ahora no existían más o simplemente no llevaban a los sitios que conocía.

Pero fue aún más abrumador cuando tuvo que hacer todos los contratos para su nueva vivienda, así como lidiar con el banco. Todo lo que implicara asuntos oficiales eran un dolor de cabeza; impuestos, pagos mensuales de servicios, compras en general. En su vida antes de la desgracia, el pequeño departamento andrajoso en el que vivía incluía todos los servicios en la renta, por lo que prácticamente solo debía preocuparse por la comida y lavar su ropa.

Lo bueno dentro del caos que ahora estaba enfrentando, fue que aprendía rápido y que contaba con la ayuda de Ramiro para enseñarle. Cosa que el moreno disfrutó al máximo, pues era una forma en la que ahora él podría devolver el tiempo y paciencia que el omega le tuvo cuando era un ignorante.

La vida de adulto en definitiva no era divertida, pero sí te daba independencia y eso era lo que más anhelaba y nada lo desanimaría, ni se lo quitaría.

La necesidad lo movía, pero el miedo hacia lo desconocido le hacía que sus manos sudaran y el corazón se le acelerara cada que salía de su casa, y más aumentaba su angustia cuando Haru iba de su mano. Pues si bien, él actuaba como todo un experto y conocedor frente a su hija, dentro de él había huecos de ignorancia e inseguridad difíciles de rellenar.

Para la nena, todo era una aventura nueva y maravillosa. Extrañamente ella se estaba adaptando mejor a una vida "normal" que Takato. Su edad, forma de ser y los genes de alfa, que seguramente habitaban en ella, le hacían moverse como pez en el agua, aprender rápido y sobresalir. Todo lo contrario a él. Y es que los traumas del pasado volvían siempre para atormentarlo y hacerlo sentir que era un inútil.

Por eso, ahora buscaba con desesperación ocuparse. Así mantendría su mente activa y conseguiría un ingreso extra; pues si bien, tenía más dinero del que alguna vez pensó tener en la vida, si no lo administraba correctamente quedaría en la ruina y el futuro de Haru se vería comprometido. Su prioridad era darle una vida cómoda a su hija e invertir en su educación y para ambas cosas el dinero era necesario y este no se daba en los árboles.

CAGEDOù les histoires vivent. Découvrez maintenant