VERDADES EMERGENTES

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CAPÍTULO 13

VERDADES EMERGENTES

—¡AAhh, así... más...!

Gemía una y otra vez el cuerpo acostado sobre la barra de la cocina. Las embestidas eran potentes y con cada una de ellas los dedos de sus pies se contraían en señal del placer agobiante que sentía.

Las manos del moreno le sostenían fuertemente las caderas y lo atraía a él como si quisiera enterrarse en lo más profundo de sus paredes. Unos cuantos movimientos rápidos y el clímax llegó para ambos en una descarga de fluidos que manchó sus vientres y suelo.

—AAAhhh, eso fue delicioso... - susurró Ayagi con los pies colgando de la isla y sus muslos temblando a causa de los espasmos.

Ramiro que lo miraba con ojos entrecerrados sonrió y lentamente fue sacando su miembro del interior del castaño. Quien al sentir la falta de el pene que lo llenaba se estremeció como si su agujero lo extrañara.

—Sí, bien dicen que la carne pegada al hueso es más rica. Aunque esta carnita... – dijo apretando uno de los glúteos de Ayagi, está muy bien nutrida. - Soltó al tiempo que se abalanzaba sobre los labios del contrario devorándolos con hambre.

Era increíble cómo habían llegado a ese punto. Desde la primera noche que pasaron juntos había quedado claro que al menos en la cama eran 100% compatibles y tras su segundo encuentro, en el que Ramiro había dicho que solo sería sexo, sin sentimientos de por medio, la química había quedado confirmada, algo sorprendente siendo que uno era un Beta y el otro Alfa.

Para Ayagi, el tener sexo con Ramiro había comenzado por mera curiosidad, un experimento en el que la hipótesis debía ser comprobada. Quería saber cómo era hacerlo con un Beta y la práctica, así como la comprobación superaron con creces sus expectativas.

Al principio no tenía pensado ser el de abajo, pero si quería vivir la experiencia completa, esa era su oportunidad y qué mejor que con una persona que por lejos le llenaba el ojo.

En cuanto la verdadera acción comenzó y ambos estuvieron a tono, la sensación fue totalmente extraña y a la vez increíble. Siempre había sentido las feromonas de su acompañante intoxicándole, nublando su visión haciendo que se entregara a la pasión casi como un animal; sin embargo, con el moreno era completamente diferente, ningún olor salía de este por más feromonas que rociara sobre él, solo el aroma de su perfume, sudor y masculinidad llegaba a su nariz y no le desagradaba para nada, las caricias sobre su cuerpo podía experimentarlas con sus 5 sentidos totalmente activos y fue sorprendente cuando pudo escucharse a sí mismo gemir complacido.

Cada sonido que dejaba escapar él mismo y el otro cuerpo retumbaban en sus oídos incrementando su lívido. Cada expresión en el rostro del moreno, así como cada contracción de sus cuerpos era todo un acontecimiento digno de festejo.

La segunda noche, después de encontrarse en la "Fiesta de los Cerezos", el moreno había llegado puntual a la cita vestido con su traje del trabajo, una visión de lo más sexy para los ojos del castaño.

Una vez dentro le ofreció una bebida y en cuanto se la entregó al alto, este dejó en claro que el sexo con él había sido muy bueno y que no le importaba si repetían el acto. Así mismo agregó que en el momento que los sentimientos se involucraran, sería el tiempo de decir "adiós".

Ayagi, sin duda, quería lo mismo y rio cuando el moreno le cantó sus intenciones de cara. "Trato hecho, desde ahora seremos amigos con beneficios." Fue lo que contestó aquella vez sin vacilar.

Pero ahora en su octava noche juntos, podían decir que habían hecho de todo y en todos lados del departamento. Los encuentros no se habían limitado al sexo; también, habían intercambiado conversaciones casuales sobre la vida, el universo, fantasmas, series y todo lo que en el momento se les viniera a la mente, encontrando en el otro afinidades que no creyeron que tendrían, siendo sus interacciones por demás agradables; igualmente, todo ello era acompañado de una deliciosa cena con chistes por aquí, coqueteos por allá y manoseos debajo de la mesa.

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