INESPERADO

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Capítulo 11

INESPERADO

Si las miradas hablaran, las suyas habrían revelado lo perdidamente fascinados que estaban el uno con el otro. Cosa que por nada del mundo podía decirse en voz alta, al menos no por el momento, pues para su desgracia, Takato aún no era libre.

Si bien el silencio entre ellos era reconfortante, las ocasiones como esta en las que podían coincidir eran realmente escazas y debían aprovecharse; por lo que, decidido a no dejar pasar la oportunidad de hablar cara a cara, Takato soltó lo primero que le vino a la cabeza.

—No veo a Sasaki san contigo. ¿No te acompañó?

Chunta sonrió ante el comentario.

—Me pondré celoso si me preguntas por otro hombre que no sea yo – dijo mostrando un rostro juguetón al tiempo que chocaba en repetidas ocasiones la cuchara con el plato de porcelana frente a él.

En el acto, Takato abrió muchos los ojos y sus finos labios se entreabrieron como si no supiera cómo responder a ello y un leve rubor provocado por la vergüenza tiñó sus mejillas.

Chunta al observar la preciosa expresión, apretó los puños para no lanzarse encima del ojiazul y llenarle de besos. Por consiguiente, carraspeo un poco intentando aclarar su garganta, soltó la cuchara que sostenía y comenzó a mover sus manos en negación diciendo que solo había sido una broma. —Lo siento, no quería conflictuarte, Sasaki se quedó en casa atendiendo unos asuntos, pero me encargó que si te veía te diera sus saludos.

Takato recobró la compostura y su cuerpo se relajó en cuanto escuchó hablar al castaño.

—Gracias, por favor hazle saber mis saludos también.

—Así será, por cierto... ¿te encuentras bien? Hace rato que estaba con Usaka san escuché que unas mujeres te estaban molestando y al señor Arisu también. Por eso vine de inmediato a verte. – dijo extendiendo su mano colocándola sobre la nívea del menor, quien, en cuanto el delicado toque le acarició, se sintió reconfortado, lamentablemente no podía permitirse tales demostraciones de afecto en público; por lo que segundos después la retiró.

Ante la acción, Chunta se sintió un poco decepcionado. Cosa que no pasó desapercibida por el ojiazul.

—Perdón, pero por favor no me toques aquí... él podría darse cuenta y temo que pueda hacerte algo. – pronuncio apenado Takato.

—No, no tienes por qué disculparte, yo fui el inconsciente. Por favor no te preocupes por mí, nunca me podrá hacer algo, lo prometo. Gracias por ser tan atento me hace sentir amado. Ahora ¿me dirás qué fue lo que pasó? – preguntó curioso.

Takato asintió y le contó todo desde el principio y con lujo de detalle, incluso reveló que la mujer que más lo había atacado era la amante de Himura. Cosa que no le causó gracia alguna a Chunta, quien de vez en vez ponía un rostro molesto a medida que el relato avanzaba, para posteriormente mostrar uno de incredulidad mezclada con sorpresa cuando el azabache describía cómo vertió el agua de la jarra sobre las tipas.

—Jajaja, ¿De verdad hiciste eso? – preguntó tapando su boca en un intento por retener la risa.

—Sí, sí... y no me arrepiento. Si después tengo problemas por esto igual me sentiré satisfecho.

—Dudo que haya repercusiones, al parecer una de ellas es la esposa del Embajador Kirito y resulta que el Clan Himura le ha estado pasando grandes cantidades de dinero, pues este piensa lanzarse como candidato a la gobernatura de Tokyo, así que la única persona que va a recibir un fuerte regaño es su mujer.

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