☾ Capítulo 3. Objetivos de vida

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15 de Marzo de 1980

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15 de Marzo de 1980. 

Queens, Nueva York.

Jessica Randy, la mejor amiga de mi madre, y su familia eran residentes de California, años atrás se mudaban constantemente de locación por sus trabajos. Mi madre conoció a la pareja en su etapa de noviazgo, su amistad fue larga y perdurable a pesar de la distancia de continentes, manteniendo mensajes por fax. Con el nacimiento de su hijo Michael, la pareja se estableció en un solo lugar para facilitarle su vida estudiantil.

El matrimonio pasaría su semana de vacaciones en Nueva York, para hacerme compañía, ayudándome a adaptarme y actualizándome acerca de lo que había pasado todos estos años. Serían mis guías citadinos, a pesar de que ellos tampoco vivían aquí, solían venir a menudo. También a costa de sus diversos trabajos.

Se suponía que iría a verlos a una serie de apartamentos ese día, donde habían rentado para quedarse la semana entera; era más barato y cómodo que un hotel. Ellos, preocupados de que no pudiese encontrar el lugar por mí mismo, fueron quienes aparecieron en la puerta de mi casa a primera hora de la mañana.

Escuché el timbre sonar múltiples veces, sin siquiera verificar por la mirilla de la puerta, abrí al mismo tiempo que soltaba un gran bostezo. No había tenido tiempo para lavarme la cara, mis ojos todavía permanecían entreabiertos, medio despierto medio dormido.

–¡Eiji! –apareció de nada, saltando con los brazos en alto para atraparme en un gran abrazo. Traía un abrigo color anaranjado, con peluche tipo siamés alrededor de su cuello. Su mejilla helada chocó contra la mía, me estremecí por el frío repentino.

–Jessica, no esperaba que vinieran tan temprano –no había ni abierto la puerta por completo cuando, la figura esbelta y delineada de Jessica, acompañada de su pequeño hijo Michael. Se deslizó a través de mí, yendo directo a la cocina. Sería imposible acostumbrarme a sus efusivas muestras de afecto.

La vi quitarse el abrigo, dejándolo sobre la percha junto a la puerta. Me ausenté unos segundos para traer el calentador del cuarto, la temperatura comenzó a subir gradualmente.

–No te preocupes –sonreía, cargando grandes bolsas con comestibles dentro. Moviéndose libremente por todos lados–. No me quedaré mucho tiempo, solo quiero asegurarme de que comas bien el tiempo que te quedes. ¡Te traje provisiones para toda la semana!

–No deberían molestarse, ustedes vinieron aquí para distraerse y vacacionar, puedo cuidarme solo bastante bien –caminé junto a ella, ayudándola a sacar lo que trajo, acomodándolos en la alacena. Consiguió carne, verduras, bolsas con frituras, refrescos de cola y agua.

–¡Michael! –el niño saltó cuando escuchó a su madre llamarlo, su voz saliendo de sus labios perfectamente pintados de rosa oscuro–. ¿Qué estás haciendo? Saluda adecuadamente.

–Mira, mamá, ¡tiene gatos! –cuando giró hacia nosotros, luego de agacharse al suelo, nos mostró con orgullo al gatito anaranjado que tanto me costó atrapar el día de ayer. Había salido del cuarto, que dejé abierto al ir por el calentador–. Es esponjoso y tiene los ojos azules –lo apretó contra su pecho.

Besos robados en Nueva York  [Omegaverse]Where stories live. Discover now