☾ Capítulo 16. Consecuencias de la inocencia

1.9K 319 129
                                    

17 de Marzo de 1980

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

17 de Marzo de 1980. 

Nueva York, Nueva York.

Registrando todo a mi alrededor. Incluso sin abrir los ojos, intentaba identificar donde me encontraba por los sonidos que lograba identificar. Si era seguro o no, si debía comenzar a preocuparme, si me dolía en algún sitio extraño y si había alguien más en la habitación. La respuesta a todo era negativa. Sospechoso.

Mi cabeza punzaba, como si todavía hubiese una fiesta dentro de ella, tenía ganas de vomitar; náuseas que no pude controlar. Me precipité rápido, corrí deprisa a la puerta de al lado. El piso blanco y el retrete, me indicaba que ese era el baño. Saqué todo mi estómago ahí, dejando incluso mi dignidad, mis pies estaban fríos y descalzos. Me colgué de la taza, limpiándome la boca, me quedó un sabor horrible y amargo. Enjuagué con agua limpia del lavabo mis penas.

Mi reflejo en el espejo lucía como un muerto en vida. Mojé mi cara y cabello, intentando despertarme del todo. No recordaba mucho de la noche anterior, ni de donde estaba o cómo había llegado ahí. Salí del baño para revisar la habitación en que desperté. Parecía un hotel, había pocas cosas personales que ver, sin aroma propio, pero estaba casi seguro de que no era un hotel. Busqué mis pertenencias.

Los encontré sobre la mesita de noche junto a la cama, el pequeño bolso estaba ahí, vacío; junto con cada una de mis pertenencias ordenadas a un lado. Me puse los zapatos, tratando de recordar cómo me los había quitado. El reloj analógico, también junto a la cama, decía que eran las 6 en punto de la mañana.

Guardé todas mis cosas en silencio, en medio de la oscuridad, cuidando de no olvidar nada.

La puerta no hizo ningún sonido cuando la moví, asomé primero la cabeza, todo estaba oscuro dentro de la casa. No podía ver nada del lado izquierdo pero, al girar hacia el lado derecho, la luz de la calle me hizo ver sombras sobre el sillón de la sala.

Era él, el alfa rubio, Ash. Dormido a pierna suelta, tenía algo en su pecho pero no podía ver bien que era. Esa sombra se movió, saltando al piso y acercándose a mí. Intenté retroceder hasta que sentí algo mullido frotarse contra mi pierna, no solté un grito solo porque estaba consciente de las circunstancias en que me encontraba. Mis ojos poco a poco se acostumbraron a la poca luz. Con mis pupilas dilatadas, las líneas que formaban a dos grandes perros se definieron.

–No me delaten, ¿sí? –les murmuré, tan bajo como pude. No parecían agresivos, de ser así ya me habrían atacado o ladrado. Pasé de largo, sin hacer ruido, de puntillas. Con mis movimientos calculados, listo para escapar en cuanto encontrara la salida.

Hallé mi abrigo, sin ponérmelo, me dirigí a la puerta en mitad del comedor. Esa debía ser la que buscaba. Intenté abrirla, tenía puesta la cerradura. Miré alrededor, normalmente se suelen dejar las llaves de casa cerca de la puerta. No podía ver nada, así que comencé a tantear con mis manos las mesas alrededor. Tirando algunos objetos al piso, por suerte la alfombra aminoró el ruido y el alfa no se despertó.

Besos robados en Nueva York  [Omegaverse]Where stories live. Discover now