✱ Capítulo 33. El dolor (II)

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27 de Marzo de 1980.
Queens, Nueva York.

Mientras observaba por detrás el automóvil repleto de omegas irse por la calle, sabiendo que de la cacería del día obtuvimos cerca de ocho millones de dólares. Solo con recoger a chicos y chicas incautos que estuvieran por sí mismos, solitarios. Ni siquiera teníamos que revisarlos antes de enviarlos, Sing lo facilitaba para nosotros dentro de la "Casa de Subastas", al final del día nos diría lo que fue rechazado y el precio final por todo el paquete.

Y a decir verdad, estaba de humor para una cacería nocturna. Sonreí. Los hombres y mujeres a mi alrededor también sonreían. Fue una buena noche.

El resultado de hoy fue lo que obtuvimos luego de trabajar todos juntos, investigando, rondando por las ubicaciones que oíamos que Ash circulaba. Acompañado del chico de collar negro. "Ese omega".

Se hundiría, lo vería romperse y no habría nadie capaz de recoger sus partes destrozadas para volver a armarlas. Tomé una gran bocanada de aire, ya que mi sonrisa pasó a ser una gran risotada. Me sostuve del estómago, riendo hasta que los ojos se me llenaron de lágrimas. Fue tan sencillo, "cómo quitarle un dulce a un niño".

–¿Ese el omega por el que Ash cayó? –pregunté a "Los lobos" cercanos, aquellos que habían hecho la función de topos. Sin su ayuda esto hubiera tardados varios días más, pero el final sería el mismo– Ni siquiera se han enlazado.

El resto compartió mi risa. Ridículo. Los omegas no valían para nada. Las personas que me seguían y apoyaban, sabían y compartían mi opinión.

Incluso contábamos con el apoyo de Dino Golzine, quién asqueado ante la idea de que su mejor hombre hubiese sido flechado por un omega, se encontraba satisfecho por matar dos pájaros de un tiro con nuestro movimiento. Quitar al japones Eiji Okumura del camino y que así Ash recobra los sentidos al verlo alejado de su lado, recordarle la verdadera utilidad para la que existían los omegas en la organización. Y la otra, que si Ash no despertaba y se negaba a abrir los ojos, cometiera una barbaridad, un solo movimiento sería la justificación para que perdiera todo el apoyo de Golzine.

Me recompuse de la risa, ahora quedaban detalles que pulir antes de presentar mi última invitación. Al terminar, daría una visita al chico que fue nuestra carta del triunfo, por el que sería tan sencillo guiar a Ash Lynx a una trampa de la que no saldría con vida.

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28 de Marzo de 1980.

Bronx, Nueva York.

Eran las nueve de la mañana aproximadamente, toda la noche y hasta esta hora estuvimos rondando por la ciudad para delinear el parámetro justo. No podía existir un solo rincón al que Ash y su hombres pudiesen escurrirse para huir cuando llegara el momento, la noticia todavía no corría a sus oídos. Silenciamos a "Los lobos" que introdujo a nuestro grupo, siempre con la ayuda de los suyos, quienes lo traicionaron a costa de dinero.

Al llegar el momento de la verdad, les permitiremos una única puerta de salida, que los llevaría directo a su muerte. A él y a cada "lobo" que lo siguiera.

La subasta de esta noche sería memorable, la ciudad brillaría y se hablaría de ella en el futuro.

Nadie tenía sueño. Ninguno de los que me seguían de cerca durmió y tampoco lo necesitábamos. Habíamos recibido una guarnición de droga que importamos, de la mejor calidad y que podía hacernos durar días sin pegar el ojo. Sus consecuencias se verían más adelante, cuando nuestro cuerpo se sintiera destruido y sin fuerzas, pero para cuando eso sucediera Ash estaría enterrado bajo tierra. Nada nos molestaría, incluso tendríamos el dinero de la venta de hoy disponible.

Besos robados en Nueva York  [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora