☼ Capítulo 34. Perdidos en Nueva York

832 146 138
                                    

28 de Marzo de 1980. 

Manhattan Nueva York.

Si no nos movíamos en ese preciso instante iba a comenzar a perder la cabeza. Aún tenía el control de mis pensamientos, para conseguir planear y completar mis acciones, sin dejarme llevar por mis sentimientos de ira. Eso sí, no duraría mucho, sin embargo era necesario mantener la cabeza fría.

Por un simple error el plan fallaría, caeríamos en la provocación de Arthur.

Asesinaron a los hombres que teníamos entre sus filas, así como nosotros hicimos lo propio con los suyos. Ellos expusieron sus cadáveres en la calle, como si fueran perros y nosotros dejamos los suyos en el basurero de la Estación de Policía de Manhattan.

Eran las señales que dimos para la primera batalla que empezaría la guerra. La noche había llegado.

–Es tiempo –de pie, ante todos los "lobos" que me seguirían, hablándoles desde un sitio elevado dentro de "La Cueva". Montaban sus motocicletas, tenían en las manos grandes palos de metal que conseguimos de las tuberías y sus armas, de las que me encargué que cada uno tuviese por lo menos dos a su disposición. Armamento que el mismo Golzine nos proporcionó en ocasiones anteriores. "Espera que nos matemos entre nosotros", concluimos–. ¡No nos dejaremos pisotear! –sus motores rugieron, gritando como dementes y lanzando disparos al techo–. ¡No será una misión suicida! –más ruido y apoyo. Me sostuve sobre el barandal, inclinándome hacía ellos, saturado de motivación–. ¡Vamos a volver!

Bajé de un salto, sintiendo la adrenalina recorrer mi cuerpo. Podía hacer lo que fuera. Me sentía invencible y acompañado de grandes personas. Designé posiciones momentos atrás. No iríamos todos hasta la "Casa de Subastas", alguien debía quedarse en la retaguardia y cubrir nuestro escondite principal. Tener un sitio de escape seguro.

Todavía había "lobos" dispersos por todo Nueva York, ellos lucharán su propias batallas en sus flancos.

No dejamos nada a la imaginación, intentamos adelantarnos a todas las ideas que Arthur hubiese elaborado para enfrentarnos. Por experiencia puedo decir que los planes nunca salen como se quiere, eso es lo que diferencia a un buen estratega de un novato. No se ganaba con el plan perfecto que no fallaba nunca, sino con el plan que durante la marcha podía evolucionar, ser destruido y aun así, te llevaba a la victoria.

"¿Y cuál era la victoria?". Lo sabría cuando llegara. "Es tú libertad". Ser libre de ir a donde quisiera, sin obedecer órdenes, librarme de las cadenas con las que nací. "De amar a quién quieras". Yo puedo amar.

Terminé de descender por las escaleras. Ya no había ni un respiro de silencio. Nuestros corazones están bombeando al mismo ritmo. Como si fuese uno solo. Caminaba en medio de ellos, de aquellos hombres con los que había sangrado y vivido en la oscuridad, me conocían y yo los conocía. No era solo mi lucha. Les pertenecía también.

Me veían, tal como yo los veía.

–¿Motores listos, Ash? –como no podía ser de otra manera, Bones a mi lado. Le debía tanto, pero no podía olvidar tan pronto que, bajo su mando, Eiji fue llevado. El tiempo se nos fue de las manos, confiando en sus hombres. "Un día entero", pensé. No lo culpaba, ya lo hacía demasiado por sí mismo. Él cuidaría que nadie perdiera su posición.

–Abriré para que puedan pasar –confiado, Alex aseguró. Iba cubierto de cuero desde las botas hasta los guantes que vestía, listo para deslizarse por el pavimento y golpear a quienes se interpusieran. Él era tanto cerebro como fuerza, el motivo por el que iría a la delantera. Nuestra lanza. Siempre certero, mi segundo al mando.

Besos robados en Nueva York  [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora