☾ Capítulo 30. Engaños (II)

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27 de Marzo de 1980. 

Nueva York, Nueva York.

Fui tras la mujer. Eran las doce de la mañana cuando salimos juntos de la biblioteca.

No podía negar que la culpa de mentir a Jessica me consumía por dentro. La verdad que oculté sobre encontrarme con Ash más temprano de lo que en realidad pactamos la noche de ayer: se le sumaba que le dije que él me recogería en el parque de la zona y que me pidió explícitamente que no llevase a nadie más conmigo.

Y Jessica me creyó. Por qué confiaba en mí.

En ese momento, siguiendo a una desconocida por el Centro de Nueva York, lleno de ciudadanos y extranjeros. Me arrepentía de las decisiones que tomé, había comprobado que Jessica era una persona de confianza, yo solo había traicionado eso.

–Pasemos por esta calle –la mujer, que me conducía en ese momento, murmuró–. O si no, podríamos toparnos con unos alfas. Últimamente han ido portando sus armas sin decoro.

–Pero si apenas son las doce de la mañana –no podía creerme la desfachatez de esos susodichos. ¿Y dónde estaba la autoridad? ¿Nadie los había reportado? Sentí un escalofrío recorrerme.

–Así es la vida. Mejor rodeamos el sitio para no meternos en problemas.

–¿Siempre haces eso?

–Es lo que le toca a un omega que trabaja en la gran ciudad –mencionó, como si fuera lo más normal. Pero sabía que nadie se acostumbra a existir con miedo en su propia localidad.

Llegamos a una serie de edificios, la mayoría eran apartamentos que lucían bastante viejos y que necesitaban mantenimiento con urgencia. Las entradas estaban protegidas ya sea con gruesas puertas de metal, rejas con cadenas, entre otras cosas similares. Caminamos un poco más por el vecindario antes de que ella se decidiera por uno de esos enormes edificios. Desbloquea la puerta de entrada, dando vista al pequeño recibidor.

Ninguno de los dos dijo nada. Permanecí de pie a su lado, sin saber qué hacer. Por primera vez pude dejar que mi mente pensara lo más común: "¿Y si era una trampa?".

Podía ser su astuto método para guiar a los omegas que confiaban en otro omega, llevándolos a zonas alejadas para poder atacarlos luego... Ash mencionó algo similar la vez que nos chocamos en el callejón de Brooklyn.

Ella me sacó de mis pensamientos, señalando con la palma abierta una puerta que quedaba oculta luego de un pasillo. Fui primero, dándole espacio para que introdujera su llave en la cerradura. Eran varios cerrojos, y con todos juntos podía dormir más tranquila. Luego de conocer a fondo los peligros de la ciudad y las locuras de sus ciudadanos, decir que la entendía sería quedarme corto.

–¿Qué querías mostrarme? –me invitó a entrar, pero me quedé de pie en el recibidor, analizando el interior con precaución. Ella lo notó y no cerró la puerta a mis espaldas, como para dejarme una zona de escape, aunque la puerta principal del edificio seguía cerrada.

La bibliotecaria se introdujo al departamento antes de contestar.

–Yo –miró detrás de la puerta, como asegurándose de que no me iría–. No podía decirlo afuera, esto es demasiado peligroso para ti y también para mí –jugaba con sus manos. Mirando al piso, sus piernas temblaban.

Cerré la puerta cuando pude sentir que no era una trampa y que nadie extra saldría para hacerme daño. Comenzando a confiar en ella. Nos quitamos los abrigos, ahora ya no hacía tanto frío en el ambiente como para necesitarlos en el interior incluso sin calefacción. La primavera llegaba.

Besos robados en Nueva York  [Omegaverse]Where stories live. Discover now