☾ Capítulo 31. La promesa (I)

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27 de Marzo de 1980.

Nueva York, Manhattan.

Ash tan considerado se ofreció, en la llamada telefónica, a pasar por mí a casa. Oferta que rechacé porque sabía que no estaría en casa a tiempo. Tenía una idea de donde quedaba "La Cueva", por aquella ocasión que fui guiado dentro, de cualquier manera, Ash me explicó la manera de llegar. Prometiendo esperar por mí en la entrada.

Gracias a su precaución, moverme por la tarde y con la luz del sol iluminando con fuerza, me sentía más seguro caminando solo. A pesar de la noticia preocupante que la omega de horas atrás me dijo, sobre alfas armados merodeando por la ciudad. Jamás entendería la libertad de armas de fuego de América.

Mantuve un perfil bajo, sin dejar de moverme y sin mantener contacto visual con nadie, evitando problemas. El calor me hacía sudar, a pesar de que corría una suave brisa fría, quizás fuera por mi apresurada caminata. Incluso cambié la pesada chamarra por una camisa de manga larga y un chaleco de mezclilla.

Bajé el ritmo de mis pasos, mirando alrededor. La zona comenzaba a parecerme conocida. Había llegado a la entrada de "La Cueva".

Pasé mi lengua por mis labios resecos, mi corazón bombeaba con fuerza. Puse mis ojos en el cielo, parcialmente oculto tras los altos edificios que me rodeaban por todos lados, despejado y azul. Mi menté comenzó a jugarme bromas, sentía que alguien llegaba tras de mí.

No estuve tranquilo hasta que lo vi. Ash Lynx, o eso creía, ocultaba su rostro tras aquel llamativo casco rojo de motociclista. Me acerqué a toda velocidad, olvidando el sentimiento oscuro de un momento antes.

Él desmontó, aún sin quitarse aquella pesada protección sobre su cabeza, y también se dirigió hacia mí. Sin dudarlo un segundo abrió sus brazos, e hice lo mismo, quedando muy pegados. Compartiendo un abrazo.

–Tiempo sin verte –murmuró. Apenas pude oírlo por culpa del casco.

–Pareciera una eternidad.

–Dejemos de hablar, hay que entrar rápido.

Luego, simplemente me tomó de la mano para ayudarme a subir al asiento trasero, con aquel casco que tanto le gustó y robó de la pasarela de modas la semana pasada. Me ayudó a poner el seguro bajo mi barbilla, luego con ambas manos ocupadas en los manubrios negros, arrancó. Con una maniobra deslizó la llanta trasera en un compás, sin mover la llanta delantera, lanzándose hacia el frente para dar una curva y desaparecer por el callejón.

Ya había visto las rieles del tren, las seguimos. Todo recto hasta el interior oscuro de "La Cueva", como la primera vez. La gran reja de metal fue abierta incluso antes de que llegáramos, alertados por el fuerte ruido del motor de Ash.

El lugar no estaba tan repleto como la primera vez, seguramente por el cambio de clima, si no hacía frío no existían motivos para refugiarse en la oscuridad bajo tierra. Recorrimos todos los "Distritos" de la vez pasada, hasta llegar a la mitad del recorrido, luego de ese punto las rieles no estaban del todo desocupadas y podía ser peligroso moverse sin conocer las rutas.

Estacionó, todavía manteniendo el casco sobre sí. Bajó primero, ofreciéndome una mano mientras sostenía la motocicleta con la otra. Me ayudó a bajar con cuidado y antes de que pudiera notarlo, ya corríamos por un pasillo luego de unas pequeñas escaleras, hasta una zona iluminada por luces fluorescentes que alumbraban una puerta oxidada.

Pude oír los anclajes del marco de esta chillar, seguro por falta de aceite. Una vez dentro conseguí ver que era una oficina, limpia pero por las viejas paredes y tapices, lucía percudida y desordenada. Ash aún no me soltaba cuando por fin se deshizo del casco, con una única mano, también lo intenté.

Besos robados en Nueva York  [Omegaverse]Where stories live. Discover now