☾ Capítulo 11. Ash Lynx

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16 de Marzo de 1980

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16 de Marzo de 1980.

Queens, Nueva York.

En casa, fui recibido por los tres gatitos que se habían convertido en mis compañeros durante este exótico viaje. No esperaba que hubiera otras personas dentro. Jessica, junto a un hombre que no conocía, tomaban café tranquilamente en la mesa de la sala.

–¡Eiji! –de repente, se levantó asustada, yendo directo sobre mi rostro. Mirándome de cuerpo entero cuando acabó, insatisfecha por lo que veía–. ¿Qué te ha pasado? ¡Max! –a su llamado, el hombre en la sala se levantó. Fue cuando me di cuenta de que era su esposo, el que acababa de salir de prisión. Lucía enorme, un alfa dominante con una presencia pesada, quise retroceder un paso, con los nervios todavía alterados por lo que me pasó en la calle. Jessica pareció notarlo, de inmediato puso su cuerpo entre su marido y un petrificado yo–. Quédate un poco lejos –le pidió en un susurro–. Trae el botiquín del baño, por favor.

–Hola, Jessica –saludé tardíamente, los gatitos lloraban por atención a mis pies. No me había dado ni tiempo de quitarme la gabardina, y la bufanda se me fue volando en el camino por la prisa–. Ustedes, ¿porque maúllan tanto?

–¡Estás helado! –sostuvo mi rostro entre sus cálidas manos–. ¿Estás bien?

–Sí, todo bien, no pasó lo que te imaginas. –Ella me guió al asiento de la sala. Dándome una taza con leche caliente, al poner mis manos a su alrededor fue que me di cuenta de que no sentía los dedos–. ¿Dónde está Michael?

–¿Qué es lo que me imagino? –ahora estaba sentado al lado mío, ayudándome a quitarme los guantes, la chaqueta y poniéndome una manta encima. Acercó el calentador a mis pies, era muy cómodo.

Justo Max volvía del baño con la maleta blanca con medicamentos.

–Michael, está con sus abuelos –me contestó él, su voz era profunda. Jessica lo mandó a callar con una mirada, ya que eso no era un tema importante ahora.

–No sé, ¿algo malo?–. Me miró con recriminación, tuve que hablar. Ya estaba más relajado y la presencia de Max, al otro lado de la mesa no me intimidaba–. Unos tipos raros me persiguieron, me topé con un alfa problemático que me ha pedido acostarse conmigo por dinero...

–¡¿Qué?! ¡Bastardo! ¿Te ha hecho algo, corazón? –comenzó a examinar desesperadamente el seguro del collar, pasando por mis hombros, en busca de evidencias o marcas. No había mucho, solo lo que mostraba mi rostro, las heridas del día de ayer y mis nudillos pelados.

–Te digo que no pasó nada... lo golpeé cuando intentó pasarse –le enseñé la herida de mi puño derecho. Ninguno de los dos parecía entender el porqué de mi ánimo al contar todo.

Ella me ignoró, la vi abrir el botiquín, sacar alcohol y vendajes. Max tampoco separaba sus ojos de mí, aunque era diferente a la presión del alfa anterior, él también me miraba con preocupación.

Besos robados en Nueva York  [Omegaverse]Where stories live. Discover now