☼ Capítulo 32. No perteneces aquí (I)

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28 de Marzo de 1980. 

Nueva York, Staten Island.

Los peores días de mi vida ocurrieron a una velocidad inimaginable. Cuando daba un paso para adelantarme a los planes de Arthur y la nueva pandilla que se había armado, él parecía tomar ventaja para sobreponerse a lo que tenía ideado. Ambos seguíamos una ruta diferente. Su grupo parecía obsesionado con atormentar a los omegas; mientras que junto a "la manada", aunque no tenía la responsabilidad ni el interés de fungir como protector de estos, intentaba que la menor cantidad posible de civiles salieran heridos.

Arthur no permitía que esto fuese fácil, nada con él lo era. Jamás daba el brazo a torcer. Desde que nos encontrábamos encerrados en aquella habitación que, por ese entonces, era todo el mundo que conocíamos. Formaba parte de su personalidad hacerme la vida imposible sin razón aparente.

No podía negar que hice hasta lo imposible para ocupar su lugar en la organización, obedeciendo hasta el más mínimo detalle de las órdenes de Golzine para alcanzar un poco de inmunidad. Entre algunas de las peticiones más aterradoras estaban la venta y recolección de omegas. Por eso me avergonzaba cada vez que me topaba con cualquier persona que portase alguno de aquellos collares que a veces podían pasar desapercibidos. Me ponía a pensar en cuánto valdría en la "Casa de Subastas" o sí por sus cualidades mejor sería recibido en "Paraíso". No podía ver más allá de sus collares.

Y ahora Eiji estaba enojado por lo mismo. Mi falta de sentido común seguía ahí, me comportaba como uno de esos brutos alfas que Arthur lideraba por toda la ciudad. Cuando Eiji me gritó sentí su rechazo, y la parte de mi segundo género se quebró. Retrocedió ante su expresión de descontento. Le daría su espacio y me tomaría mi tiempo para encargarme de las molestias que me impedían concentrarme en conseguir dejar atrás mis manías. Tal como me encontraba no me sentía digno de permanecer junto a Eiji.

–¡Ese maldito nos tiene corriendo de un lado a otro! –gruñó Bones. Sacándome de mis pensamientos.

Estacionados a mitad de una larga carretera, que por un momento me hacía olvidar que nos encontrábamos en Nueva York. Mis piernas y brazos dolían, estaba agotado. Mis compañeros de viaje igual. Llevábamos horas siguiendo el camino y recorriendo las paradas donde se reportaban las actividades de Arthur y sus hombres. Quería atrapar a ese malnacido para terminar con todo de frente y de un solo disparo.

Me mantuve firme en mi asiento, sin demostrar por un segundo en mi rostro el cansancio que ya me consumía. Manteniendo hasta el final mi fortaleza de líder. Aunque en realidad quería recostarme en mi cama, rodeado de la calidez de mis mascotas y quizás de la compañía de Eiji. Lo que daría por no estar fuera luchando una pelea que posiblemente no tendría fin en esta vida.

–¿Qué punto sigue ahora? –pregunté observando la lejanía de la calle, se perdía al horizonte sin que nada ni nadie interrumpiera, "¿Dónde nos venimos a meter?". Recomponíamos nuestras fuerzas bebiendo refrescos azucarados de lata y comiendo unos burritos de procedencia extraña que le vendieron a Alex por menos de un dólar. Del hambre que teníamos todos los comimos sin preguntar de dónde los sacó.

Uno de los chicos, que nos acompañaba desde la mañana, se acercó para contestar. Tenía gran resistencia, no lo escuchamos quejarse como al resto de "lobos" nuevos que comenzaban su servicio para compensar la falta de personal. Arthur nos traía ocupados con más de dos o tres asuntos a todos.

–Hay problemas en "Paraíso" –recitó, sosteniendo una libreta con miles de anotaciones–. Ash, nos solicitan ahí para terminar de resolver unos detalles.

Solté un suspiro, agobiado. Me llevé una mano a la cara. El chico se hizo pequeño, retrocediendo cuando vio mi reacción.

–¿No ya habíamos resuelto lo de "Paraíso"? –protesté. Arrugué el papel grasiento del burrito de carne cuestionable, y lo arrojé en el pavimento–. Fuimos hace menos de una semana, ¿no pueden encargarse de sus problemas de calle? Esa es la zona de Arthur, ¿porque debemos cuidarla?

Besos robados en Nueva York  [Omegaverse]Where stories live. Discover now