☾ Capítulo 8.5 Descuidado paraíso

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15 de Julio de 1970

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15 de Julio de 1970. 

Queens, Nueva York

Era una mañana de primavera, el sol brillante y cálido, mi época favorita. Colores por doquier y viento suave. La luz entraba por las cortinas blancas caídas de mi habitación, balanceándose en una danza extraña. Me levanté de la cama, sostenida con una base alta de madera, para ir a la de mi hermana que dormía justo al lado de mí. La desperté con un susurro y juntos, con nuestros pies descalzos, fuimos a despertar a nuestros padres.

Era fin de semana, no debíamos ir a la escuela, eso no nos importó y nos levantamos muy temprano. Ella tenía ocho y yo nueve años. Luego de preparar el desayuno, mi madre iría a la lavandería, era más fácil para ella solucionar ese quehacer en un sitio automático que repetir varias cargas en la pequeña lavadora que teníamos. No quedaba lejos, solo eran tres cuadras de distancia.

Ella cargó cómo si nada las pesadas bolsas, mi padre estaba ocupado y no pudo ayudarla; hice mi mejor esfuerzo para ser útil junto con mi hermana.

La lavandería era un lugar graciosamente sucio, con humedad en sus paredes y rincones empolvados, sólo las máquinas para lavar siempre se mantenían en perfecto estado. Impecables, con su metal reluciente y listas para recibir las monedas de cobre de los clientes. Mi hermana y yo ayudamos a meter la ropa en las lavadoras, luego giramos el reloj para que el cronómetro comenzara a correr.

Veíamos la ropa girar y girar, el agua cayendo, era hipnotizante, aunque muy aburrido. Frente a la lavandería había una calle desierta, que nos separaba del lote baldío con carteles rojos en sus rejas. Por lo menos era mucho más interesante que ver ropa mojada siendo revuelta.

–Mamá –intenté llamar su atención por sobre un libro viejo que releía. Ella me miró, y luego sonrió–. ¿Podemos ir a jugar al frente?

–¿Por qué no? –cerró el escrito, que tenía sus páginas amarillentas y traía un olor extravagante e interesante, cómo un perfume antiguo. Guardó el resto del cambio en monedas en su bolso, fijándose por última vez que el reloj de las lavadoras estuviera corriendo sin problemas, antes de levantarse y tomarnos a cada uno con una mano diferente–. Jamás se me hubiese ocurrido, pero para ustedes debe ser muy interesante, ¿verdad?

–No lo sé –dijo mi hermana. No le pregunté antes qué opinaba y apenas me enteraba que a ella no le gustaba mi idea–. Solo hay árboles feos alrededor, podría picarme un insecto... no me gustan.

–Pueden jugar sobre la acera, no hay necesidad de entrar a ese lugar –cruzamos la calle con cuidado, aunque casi nunca pasaba algún automóvil por ahí–. Eiji, no quiero que algo les pase, manténgase a la vista, estaré justo aquí sentada.

Había bancas blancas de madera sobre la banqueta y varios coches estacionados a ambos lados de la calle. Mi madre volvió su vista al libro que leía dentro de la lavandería, el sol de la mañana la alcanzaría en unas horas, pero mientras, la sombra de un árbol la resguardaba de sus rayos. Ella me devolvió la mirada cuando se fijó que no salía corriendo, al sonreír, le devolví el gesto. La amaba mucho.

Tomé la mano de mi hermana y la llevé por el lugar. Era como si un muro verde, hecho por puras plantas y hojas, nos impidiese entrar a explorar, la reja estaba carcomida por el tiempo y tenía agujeros que claramente saboteaban su resguardo. Ya nos habían prohibido entrar, pero eso solo lo hacía más llamativo. Lo bueno era que no me había equivocado, encontramos bastantes cosas interesantes que hacer por ahí, como recoger corcholatas (que eran las tapas metálicas de botellas de cristal de Coca-Cola) que la gente tiraba por ahí. También había trozos de cristal, eran tan pequeños que no nos hacían daño.

Me separé unos metros de dónde juntábamos las tapas, ilusionado por unas flores parecidas a ramos en miniatura. Dejé que mi hermana hiciera que la montaña de metal creciera.

–Eiji –de la nada me susurró, bajo, como si fuese un secreto. Llevó su pequeño dedo índice sobre sus labios cuándo giré para mirarla–. Shh –luego, apuntó dentro del bosque.

Pensé que habría visto alguna piedra rara y bonita, pero su impaciencia porque no hiciera ruido me hizo creer que sería un animal. Un pájaro o quizá una mariposa.

No era ninguno de los dos. Solo pude ver unos ojos verdes, se perdían con la maleza y tardé una eternidad en notarlo ahí. Escondido como si de un cazador felino se tratara. Había un niño, debía tener la edad de mi hermana, pero no podía saberlo con certeza.

De cuclillas, con plantas cubriendo absolutamente todo su cuerpo, solo nos hacía posible verle a los ojos. Nos analizaba, midiendo si éramos una amenaza y la verdad era que no. Me fui acercando hasta mi hermana, que era la que estaba más cerca de ese niño. Él dio solo un paso atrás, pendiente de lo siguiente que haría.

–Hola –lo saludé con la mano. Rápidamente recibí un pellizco de mi hermana–. Oye, me dolió.

–Te dije que shh –me repitió furiosa. Nos distrajimos, cuando miramos de nuevo a los árboles, el pequeño había desaparecido–. Ya se fue... ¡Lo espantaste!

La culpa recayó sobre mí y la tomé.

No sería la última vez que lo viéramos, aunque sí la primera, después de eso... no recordaba mucho de cómo conseguimos volvernos amigos. Si la memoria no me fallaba Rubio (ahora revelado como Aslan) vivía cerca del parque y era su lugar secreto para ocultarse. Un sitio vacío, donde no había adultos que lo molestaran. Escapaba siempre que podía, tenía alzada su fortaleza infantil entre las plantas. Cuando lo encontraban, desaparecía por días, pero Aslan siempre regresaba.

Pequeños e inocentes, nos era difícil imaginar atrocidades, injusticias y crímenes crueles. Sólo podía especular del motivo de sus huidas y escapadas al fondo del bosque.

❀❀❀❀❀

15 de Marzo de 1980.

Queens, Nueva York.

Regresando de nuevo a mi cocina, con la comida fría sobre la sartén, los gatos arropados y dormidos encima del sofá. Decidí que lo primero que haría mañana por la mañana, sería investigar de nueva cuenta el bosque, con ambos mapas a la mano para conseguir perspectivas nuevas.

¿Era esta acaso la pista que necesitaba para avanzar con mi viaje?

✒Nota de la autora

Chicos, gracias por ser pacientes con la actualización. Ahora nos veremos cada domingo.

¡Espero les haya gustado el capítulo!
Ahora sabemos la verdadera identidad de "Rubio".

Besos robados en Nueva York  [Omegaverse]Where stories live. Discover now