☼ Capítulo 28. Muy ocupado

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24 de Marzo de 1980. 

Nueva York, Nueva York.

Tenía el doble de trabajo, acumulado por el prolongado descanso de mi celo. Todo hubiera ido bien de haber respetado las fechas que por reglamento se me otorgaban. Pero debido a la gran atracción que sentí por Eiji, nos quedamos en la cama dos días completos. Mi yo de antes quizás hubiera desechado su primera vez a la mañana siguiente, desesperado por continuar mi trabajo. Lo que experimenté esos días con él, compartiendo calor y conociéndolo, me esclareció dudas sobre lo que sentía.

Aunque eso no cambiaba ni mi entorno, los problemas con la mafia y trapos sucios que tenía a mi cargo limpiar. No quería alejarlo, deseaba que permaneciera a mi lado, ¿podía separarlo de mi vida privada? ¿O era esto una bomba de tiempo que estallaría?

No tenía cabeza para preocuparme por él y por mí mismo.

Todo el día anterior lo pasé encerrado en esta oficina, atosigado de tareas que me tenían hasta el cuello. Era uno de esos momentos en los que deseaba abandonar todo y desaparecer. ¿Me perseguirían mucho? ¿Quiénes me seguirían? ¿Cuántos de mis amigos morirían?

Solté los papeles que sostenía, a mitad de la oficina, hace minutos que no leía nada de lo que tenía enfrente, mis ojos no veían las letras. Me levanté del asiento, estirando mis agarrotados músculos. Hoy, más que otros días, detestaba la noción de estar solo con mis ideas.

Tomé el largo abrigo gris con el cuello negro en el perchero, lo puse sobre mis hombros. Ansioso de dejar la oficina, a pesar de ser solo media mañana. La incomodidad de la ropa de marca me estaba matando. Deshice el peinado lleno de cera fina, que me hice más temprano, pasando mi mano izquierda sobre él.

Nadie en el edificio me detuvo. Se notaba en mi cara que no quería seguir el horario de hoy. Salí a la calle, el sol en alto me golpeó de lleno. Creo que jamás había visto el camino que hacía mientras trabajaba dentro. Cruzaba los rascacielos con destellos fugaces, resplandeciendo contra los cristales.

Un beta de oficio, me abrió la puerta del primer auto estacionado en la acera a la entrada del edificio, pero lo ignoré. Ahí, de pie, una vez afuera. Encendí un cigarrillo, tranquilo y tomándome todo el tiempo del mundo, le di una calada. Dejando que el humo escapara junto a mis preocupaciones.

Entonces "La manada" llegó. Haciendo un gran espectáculo, con sus llantas frenando en el pavimento, con los brillantes colores de sus motos resplandeciendo y sus motores pregonando su llegada. Desde el día anterior se decidió que no era necesario aparentar que no estábamos conectados. Ellos formaban parte del "Lince solitario", el rumor fue confirmado de una buena vez. Yo era su único líder. Ash Lynx.

Estuve a punto de arrojar el cigarrillo a la calle, cuando el recuerdo de la primera noche que conocí a Eiji se estrelló en mi mente. Él detestaba las colillas, más si contaminaban espacios públicos. Así que utilicé el servicio del beta que en ningún momento levantó la mirada para recibir mi desperdició.

Me reuní con "La manada". Eufóricos, se movían como tiburones, yendo en una misma dirección para formar diferentes círculos dentro de uno más grande. La calle se vació, pues los peatones nos tomaron como los pandilleros que éramos.

–Ash –Kong, sobre su motocicleta oscura, sin descubrir su rostro tras el casco. Me llamó, frenando a escasos centímetros de mis pies.

–Lo sé –parpadeé con lentitud, apreciando el momento, cuando mi cabeza en realidad no tenía nada en ella–. Primero quiero un cambio de ropa y quizás algo para comer... después continuaremos con el trabajo sucio.

Besos robados en Nueva York  [Omegaverse]Where stories live. Discover now