☾ Capítulo 18. Callejero

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17 de Marzo de 1980

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17 de Marzo de 1980. 

Manhattan, Nueva York.

Jessica, tal como dijo, fue a buscar al pequeño Michael a casa de su abuela. Me dejó acostado mientras Max vigilaba. Apenas desperté, me di cuenta de que el hombre se quedó dormido apoyado en la mesa de la cocina, no dije nada para levantarlo de su sueño. Sin saber la hora exacta de la mañana, me sentía descansado y con energía. El dolor de cabeza había desaparecido, era como si anoche no hubiera estado muriendo de fiebre.

Cuando Max despertó parecía apenado, pero no se atrevía a hablar mucho conmigo, quizá por miedo a decir algo que se mal interpretara y volver más incómoda nuestra convivencia. Nos reunimos con el resto de su familia en un restaurante, para desayunar e ir a una exposición que querían ver en el Museo de Historia Natural.

Los acompañé. Era uno de mis puntos de referencia, en algún momento iría, que mejor que hacerlo acompañado por ellos.

Cuando vi a Jessica, volví a saludarla como en la madrugada, con un abrazo fuerte y pidiéndole perdón un sin fin de veces. Sus ojeras bajo sus ojos eran tan grandes como las que vi en Max, a pesar de eso ella sonreía, aceptando parte de la culpa, y me dio una bolsa de farmacia con medicamentos más fuertes. Tuve que tomar dos pastillas por precaución y el resto las cargaba en mis bolsillos. Había dejado las mías en el cuarto de Ash. Según la caja estás tenían leves efectos secundarios, como cansancio y posible enrojecimiento en la piel, pero eran mejor que nada.

En el museo, nos recibía una estatua de un presidente montado a caballo, con su cobre que tomaba tonos verdosos por las catástrofes del tiempo. La entrada se sostenía por cuatro columnas y las escaleras te abrían paso hasta la puerta con cristales.

–¡Es enorme! –gritó con entusiasmo el pequeño Michael, soltando la mano de su padre para correr por las escaleras por sí mismo, demasiado rápido para mis agotadas piernas–. ¡Apresúrense!

–¡Michael! ¡No corras! ¡El museo no irá a ninguna parte! –dijo su padre.

–¡Puedes caerte! ¡Ten cuidado con tus agujetas! –dijo su madre.

Mis paseos en solitario jamás habían sido tan animados, la mejor opción estaba en su compañía. Sonreí, contagiado por la emoción del niño.

Entramos con un gran grupo de personas, que también venían para ver las múltiples exposiciones de arte. Tanto extranjeros como nacionales paseaban entre las galerías, tomando fotografías y estudiando las paredes que contaban historias. Los guías no daban abasto, tuvimos que colarnos con diferentes grupos para poder obtener información sin pagar. Reí muchísimo, por las travesuras de Michael, los corajes de Jessica y viendo lo serio que era Max como padre. Conviviendo más tiempo con él, me di cuenta de que mis ideas estaban bien, actuaba cauteloso solo conmigo.

Pasamos cerca de dos horas recorriendo la gran mayoría de cuartos, de habitación en habitación, había tantas cosas por ver. Dentro no había un solo rincón aburrido. Estatuas, pinturas, esqueletos, exposiciones con temáticas variadas como: momias, inventos del futuro y del pasado, recopilaciones de obras artísticas, segmentos que simulaban construcciones de Japón. Entre muchas otras cosas interesantes.

Besos robados en Nueva York  [Omegaverse]Where stories live. Discover now