✵ Capítulo 12. El bailarín de la promesa (I)

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10 de Marzo de 1980

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10 de Marzo de 1980. 

Manhattan, Nueva York.

Lo veía entrenar cada jueves, sin falta. Cuando la noche ya había caído sobre la ciudad y la gente comenzaba a abandonar la plaza del parque. Teniendo el "Río Este" corriendo de frente, podía verse a lo lejos el puente Williamsburg, el ruido de la ciudad era opacado por el aire y marea de la bahía. Él llegaba con una camiseta blanca, un pantalón holgado gris ratón y una maleta negra, que colgaba de su costado, donde llevaba sus zapatillas de ballet, agua y su toalla blanca. No importaba el frío o si eran días lluviosos, él siempre aparecía, preparado para cada ocasión.

A veces, al mirarlo a escondidas, no había nadie más cerca y otras, la gente lo rodeaba inmediatamente después de que comenzara su rutina de baile. Primero calentaba sus músculos con esmero, sus brazos hacia atrás, su espalda en posiciones extrañas y al final, sus esbeltas piernas elevadas sobre algún sitio sobresaliente. Extendía un tapete azul en el piso de cemento, recogía su largo y brillante cabello lacio negro en una coleta. Siempre con una cinta color rojo, que terminaba acompañando su danza con sus giros en el aire.

Y comenzaba una coreografía improvisada, en silencio, solo el sonido que sus delicados pies hacían al tocar el piso. La punta de sus zapatos de yeso golpeando con suavidad, pero al mismo tiempo, seguros y firmes. A veces era un pequeño cisne, otras una garza refinada y muchas otras, una figura abstracta trazando con sus brazos en complemento con sus piernas. Cautivador, hermoso, bello... las palabras no me alcanzarían nunca para describirlo.

Me enamoré. Mi corazón latía con locura y mis mejillas se sonrojaban cuando él sonreía con los ojos cerrados.

Lo vi caer y estrellarse contra el piso dos o tres veces, en todas ellas quise salir de mi escondite tras un muro para ayudarle, pero antes de que pudiera reaccionar él ya se encontraba de nuevo sobre sus puntas. Dando vueltas infinitas sobre sí mismo. Me atrapó desde la primera vez que lo vi, fue un encuentro de casualidad, durante una de mis vagancias nocturnas.

Pero lo primero que noté, lo que más llamaba mi atención por desgracia, fue un modesto y simple collar blanco que casi se camuflaba con su piel igual de pálida. Cada parte de él era hermosa, cada detalle, de pies a cabeza. Un omega dominante, porque a pesar de la distancia y mi patético género, un aroma a leche cremosa me llegaba cuando él aparecía.

Era un omega por el que los alfas peleaban y por el que los omegas sentían envidia. Alguien como él jamás se fijaría en mí, un simple beta, ni en sueños. Aun sabiendo esto, decidí tirar una moneda al aire al llevarle un ramo de flores a su academia de danza. Que era el sitio donde oficialmente él practicaba, sus bailes en el parque se limitaban solo a los jueves por la noche.

No fue mi intención averiguar dónde estudiaba esos giros perfectos, tampoco enterarme que era un profesional y que estaba señalado como la próxima estrella que saldría como un éxito de Nueva York. Sus concursos ganados tenían un grado de dificultad impresionante, sus compañeros lo admiraban y odiaban por partes iguales. Su nombre aparecía junto al de otros grandes y reconocidos artistas. "Yut Lung, el bailarín de la promesa".

Solo que antes esas noticias no me llamaban la atención y por eso pasaba de ellas, no me di cuenta de su existencia hasta que el destino lo puso justo frente a mí.

Lo que le envié eran simples flores, seguramente recibía muchas al finalizar sus presentaciones; yo no me limitaba a ellas. Le enviaba una diferente cada día, con un mensaje distinto; esto último me costó mucho, ya que no era un hombre amante de las letras y estás batallaban de salir de mi lápiz. Acompañándolas al final con mi humilde nombre, era lo único que tenía para ofrecer: "Shorter".

Besos robados en Nueva York  [Omegaverse]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن