Efímero

200 19 20
                                    

Los días posteriores al trágico evento fueron tormentosos para la gran mayoría de la familia imperial, tal cómo se denominaba Hitler y a sus hijos

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Los días posteriores al trágico evento fueron tormentosos para la gran mayoría de la familia imperial, tal cómo se denominaba Hitler y a sus hijos. Sieglinde estaba en un estado depresivo, no salía de la cama, no comía, su rostro de porcelana parecía cadavérico.

Se sentía herida, ultrajada, rota, y con tantos golpes que había recibido en un solo día, era más que suficiente para desear estar muerta. Ya no podía tener hijos, no podría cumplir su deseo de ser madre y formar una hermosa familia, aunque, ¿era la decisión correcta no ser madre en estos momentos? No, era demasiado egoísta con su patria quienes los pedía a gritos.

El hecho de que no pudiera tener hijos significaba que no podría dar la descendencia que el Führer tanto anhelaba, ¿eso significaría que ya no sería la esposa del Reich? Había sido criada toda su vida con ese único objetivo. ¿Qué haría a partir de ahora? No sabía, y no le interesaba.

Los soleados días se sentían como los más tormentosos y lluviosos para ella, el cual no deseaba que sus cortinas fueran abiertas dando un aspecto más lúgubre al lugar. Una mujer que pasó de sonreír a simplemente ser una muñeca sin expresiones, además todo había sido producto de una traición ¿Quién lo había hecho? Todos y nadie al mismo tiempo, ¿en quién debería confiar? ¿En Ludwig? ¿En Heydrich? ¿En Meridithia?

La sirvienta pasaba gran parte del día intentando que su señora comiera. Primero había actuado de forma grosera, impulsiva, pero al darse cuenta que no servía para nada simplemente se resignó e intentaba que por lo menos diera un par de sorbos a la sopa de pollo que le preparaba. Era una rutina bastante simple y desgastante para todos el ver la falta de vida de la pequeña Sieglinde: se despertaba, se quedaba acostada en la cama mirando el techo, a veces se sentaba para mirar la ventana, Meridithia llegaba con su comida, tomaba unos cuantos sorbos o bocados y volvía a dormir.

Y el ciclo se repetía.

Cuando Ludwig o alguien más acompañaba a Sieglinde en su dormir, la sirvienta aprovechaba esos momentos para investigar lo que había sucedido. No era la persona más racional del mundo, era una mujer que había sido entrenada para primero atacar y después preguntar, por el cual decidió atacar a los meseros y al personal de cocina involucrados ese día, golpeándolos y amenazándolos, hasta que finalmente uno de ellos confesó.

—N...no sabíamos que la Fraulein estaba embarazada... —habló con voz titubeante, temblaba y a duras penas se podía levantar producto de la golpiza que la mujer le había dado.

—¿Por qué envenenaron su copa?

—Nos habían dicho que...que la señora estaba enferma...y que eso la haría...la haría sentir mejor.

Meridithia agarró al hombre por la blusa y lo acercó hacia su furiosa cara. Sus ojos ardían como llamas, y no tanto porque fuera leal a la familia, de hecho, odiaba con todas sus fuerzas a Hitler, pero también odiaba las injusticias.

—¿Quién dio la orden?

—... —El hombre tembló y sus lágrimas derramaban todo el piso —...No...No puedo decirlo... —La mujer le dio un fuerte puño en toda la cara, haciendo sangrar la nariz y la boca al hombre.

De la A a la Z - Saga del Reich IIWhere stories live. Discover now