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TW: Mención de experimentación humana

Si eres sensible a temas relacionado a ellos, recomiendo no leer la segunda parte del capítulo

En los pasillos de madera de los barracones de Auschwitz, las pisadas de las botas hacían que rechinara la madera, pareciendo que en cualquier momento se podría partir. Hoss y Mengele estaban haciendo un recorrido banal para conversar un poco. En el poco tiempo que llevaba Mengele en el campo, había logrado construir una buena relación con el comandante del lugar. Hoss conocía un poco de la historia de Alec producto de la conversación que tuvo con Heydrich en el cuarenta y uno, pero no sabía más, así que decidió conocerlo por medio del médico de las SS:

—Me enteré hace pocos días que conoces a ese prisionero especial que trajo Heydrich. Ya sabes, el que siempre está contigo en el área médica. Cabello rubio ondulado, ojos verdes... —Comenzó a describir Hoss

Al escuchar esa descripción, Mengele cayó en cuenta de inmediato a quién se refería, motivo por el cual se agarró el puente de la nariz mientras intentaba no enojarse.

—Te refieres a Alec, mi mascota favorita. —Soltó una risa macabra que heló la sangre de los que pasaban por el lugar, para posteriormente convertirse en una genuina—. Aunque sí, lo conozco desde hace tiempo, mucho tiempo, a decir verdad.

Frankfurt, 1932

El nuevo año universitario marcaba uno de los puntos más importantes para la vida del heredero de la familia Mengele. Desobedeciendo la voluntad de su padre, se había matriculado dos años atrás en la facultad de medicina de la Universidad Goethe de Frankfurt.

Josef ingresó a la carrera de medicina justo un año antes del ascenso del nazismo. Inspirado por su amor al servicio, no sabía que se estaba preparando para convertirse años después en un monstruo. Por ahora sólo pensaba en trivialidades que le pudieran brindar su vida acomodada y estudiar para posteriormente dedicarse a la docencia universitaria.

Al llegar al salón de clases, se acomodó en su asiento y puso su maleta ejecutiva de cuero italiano al lado para evitar que alguien se pusiera junto a él. A pesar de ser un joven carismático, se consideraba algo clasista, no le gustaba juntarse con otras personas que no consideraba que estaban a su nivel. Vio cómo varios estudiantes entraban y posteriormente llegó el profesor, saludando a sus alumnos de manera formal. A lo lejos, los que estaban en el salón escucharon como alguien corría y entraba con una sonrisa en su rostro. De cabello rubio ondulado hasta la nuca, piel blanca, ojos verdes, una nariz larga y perfilada y una gran sonrisa en su rostro entraba al salón un joven que podía estar en sus veinte años.

El momento en que Josef lo vio entrar al salón, creyó que todo se había iluminado por completo, se sentía excitado como la primera vez que un bebé abre los ojos y percibe la luz del mundo. Su cabello era un bello desastre, en su conjunto le hacía recordar la melena de un león [Josef decidió llamarlo así desde entonces], pero era algo más. No se podía caracterizar con palabras, pues es imposible describir lo divino con un conjunto de letras mortales. Era como si el cabello fuera el propio sol, aunque no se podía distinguir de dónde salía esa luz. Era el. Mengele su paso a lo largo del salón cual polilla busca la luz.

El profesor al ver quien era simplemente suspiró con resignación y le recrimina al sol:

—Se me olvidó que siempre llegas tarde la primera semana.

—Pero solo la primera. —El chico volvió a sonreír antes de buscar un puesto.

El rubio miraba por todo el salón, al haber llegado tarde no había lugares disponibles. Josef miró hacia todos lados y al ver que el único puesto libre estaba ocupado por su maleta decidió quitarla. El menor de los dos —ya que se notaba en su rostro que el recién llegado podía ser por lo menos dos o tres años menor que él— se sentó a su lado y le sonrió agradeciendo:

De la A a la Z - Saga del Reich IIWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu